miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mis batallas -Más que un brazo-

(Segunda parte)

Flecha negra es la que ha tenido la fortuna de traspasar mi cuerpo de lado a lado, comenzando por mi vientre y terminando por mi espina. Todo parece colapsar, el mundo ahora gira una y otra vez a mí alrededor, no puedo concentrar la mirada en un objeto definido: la paz se estropea, la paz se aniquila, la paz ha dejado de existir en el verde prado.

Trompetas y tambores siguen su melodía, no paran, no callan. Mis acompañantes me toman de los brazos y me levantan para estar de pie, no comprendo su motivo, lo que menos quiero es estar de pie en tan nefasta condición. Diviso con tan poca calidad, frente de nosotros y a tan lejana distancia un objeto enorme, pareciera máquina, pareciera monstruo con tentáculos de acero: no tiene extremidades, pero se desplaza lentamente en una especie de enorme disco dentado: tampoco tiene cuerpo, pero si una complexión piramidal. Sus tentáculos hieren la tierra a su paso adentrándose en ella profundamente para después salir.

Se detiene a lo lejos y permanece colosal ahí, imponente, enorme: se sostiene de sus fuertes tentáculos de acero que los ha clavado en la suave tierra a manera de raíces como en un árbol. Nosotros permanecemos quietos ante… eso… a nuestra distancia. Yo, sin más vida que la que tenía antes, razono que es nuestro enemigo.

Ahora las trompetas y tambores callan; todo permanece quieto y en silencio. Percibo que aquel ser azul me dice algo, pero no entiendo su lenguaje, me es desconocido, raro, irreal lo que me dice, pero de una u otra forma capto su sentir y sus ideas, no me pregunten cómo, sólo lo hago.

-Comienza el ataque…

Pronuncié al mismo tiempo que tomaba una bocanada de aire, permitiéndome tener un poco más de ánimo corporal.

Al grito de aquel ser azul, centenas de guerreros iguales a él, o por lo menos muy parecidos, corrían en busca de aquella monstruosidad que nos enfrentaba desde lejos. Me doy cuenta que tampoco sé de dónde salieron dichos guerreros bípedos, pero seguían las instrucciones de lo que parecía ser su líder.

Aquella masa colosal ni se inmutaba con el ataque de tan pequeño contingente de valientes guerreros; y los minutos pasaban, y las horas pasaban, mientras que la flecha venenosa cada vez hacía más efecto en mi cuerpo. Cansado y con los labios morados, sugerí:

-Caballería: un tercio de la caballería que ataque…

Ahora levantaba un grito al cielo el otro ser de blanca presencia; decenas de jinetes blancos eran partícipes de la contienda. A distancia y a cercanía arremetían con espadas y lanzas; hasta este punto sólo se escuchaba el sonido aquel peculiar cuando dos metales se encuentran: mis oídos no soportan, duele aquella batalla de fierros, de valentía, de metales, de honor; duele en mi pecho, en mis piernas, en mi cabeza, en mis brazos; duele en mi conciencia y merma mi supuesta superioridad ante aquel oscuro enemigo.

Siguen pasando los minutos, las horas; el cielo ahora ya no es claro y la Luna alumbra nuestro campo de batalla. Ellos, mis escoltas, saben que no pueden mantenerme más de pie, el enemigo permanece intacto y yo muero cada segundo que pasa, por lo que me permiten derrumbarme en el fresco césped: jadeo y mi cabeza explota, está demasiado caliente… sé que el veneno hizo más daño que el que pensé.

Escucho a lo lejos el gritar de mis guerreros, de mis aliados, de aquellos seres que no conozco pero que sé no son indiferentes a mi causa. He dejado de sentí muchas cosas, he perdido la mayoría de mis sentidos; ya no percibo la brisa del aire que refrescaba mi frente, ahora todo me quema, hasta el respirar. Levanto la vista hacia nuestro enemigo y veo –si es que así se le puede llamar a una visión borrosa- que el daño sigue siendo mínimo; el ser blanco murmura a mi oído con lenguaje ajeno a mí:

-La ayuda viene en camino.

No sé a qué ayuda se refiere, no he pedido ayuda, no he hablado con nadie, no he solicitado apoyo de ningún tipo, pero qué más da, yo no sé ni siquiera quién soy y qué hago en un campo de batalla con seres extraños y combatiendo una guerra que al parecer no era mía: así es que dicha ayuda, total, es bien recibida.

Minutos después, agonizante y mal herido en el césped, escuche grandes explosiones. Volví a levantar la mirada y pude notar que aquel colosal enemigo ardía en llamas, mientras pasaban una y otra vez por encima de él algo parecido a aves enormes quienes arremetían con efusivos bombardeos.

Soy sincero hasta este punto lector, ni los guerreros, ni la caballería, ni aquellos seres explosivos, nada, absolutamente nada aniquilaba a aquel ser de siniestros tentáculos. Mis batallas anteriores, con otros seres, con otra ayuda y con otros enemigos, han durado mucho menos que lo que ha durado este enfrentamiento. No sé con lo que me enfrento y tampoco sé si mi tropa es la indicada; no sé que estoy haciendo mal, el tiempo ha pasado estrepitosamente rápido y cada minuto que pasa mi cuerpo y mi valentía se consume más y más.

Quizá esta batalla me cueste más que un simple brazo…

Mis batallas -Todo comenzaba aquí-

(Primera parte)

Sin imaginarlo, me he convertido en una especie de servidor militar. Soy aquel que lleva la misión de defender a la “nación” por encima de todo aquello que la dañe, denigre y destruya.

No he hecho méritos militares y ni siquiera me especializo en defensa de ningún tipo, más que de los pensamientos que vienen a mí cada vez que se le ocurre a mi corazón manifestarse. Pero esto último no se acerca al objetivo esencial del escrito; para mayor entendimiento, adentrémonos en un mundo medieval, en un campo con prado verde, tan verde que parece alfombra: qué hermosura de césped, darían ganas de recostarse ahí y ver el cielo azul.

Escucho trompetas por todos lados y no veo más que al frente la nada, desierto, sólo esas pequeñas llanuras verdes y el horizonte. De pronto todo calla, enmudece el viento que soplaba, las trompetas se han dejado de sentir para dar paso a tambores; tambores que hacen palpitar mi corazón y se integran una vez más las melodiosas trompetas. No sé lo que pasa pero algo sucederá.

De mi lado derecho hay un ser extraño, más extraño que mi propia presencia: no es igual a mí ni a cualquier otro semejante a mi especie, es bípedo pero de morfología compleja, su complexión es formidable, casi un gladiador, músculos bien definidos, brazos y piernas fuertes, vestimenta un tanto futurista para mi tiempo sin dejar de notar que es azul, él y su ropaje, son azul celeste.

De mi lado izquierdo hay otro ser, monta lo que ustedes conocerían como caballo, pero sin serlo: él no es igual que el otro, éste es blanco, vestiduras blancas y complexión un poco más ligera sin dejar de ser guerrero. Hay un toque de fineza en su rostro, serenidad y entrega es lo que me transmite.

Comienzo a preguntarme qué es lo que hago aquí entre dos seres que sin agravios podría mencionar como titanes: ¿qué hago yo entre titanes?.

El suelo se cimbra tras los golpeteos de los tambores y me empieza una sensación de miedo. Todo, se supondría, estaría listo para una encarnecida batalla, sólo que no sé contra quién ni el porqué del asalto bélico, además cuento con dos seres que no sé quiénes son, sin contar que no hay más ayuda, sólo este par de escoltas.

Comienza mi desesperación por salir de aquí, pero una extraña esencia hace que me quede, que palpe con emoción la sintonía del ambiente, y esas melodías de tambores y trompetas, cada vez más fuertes sonando… todo está listo… todo está preparado… todo en el perfecto lugar… pero, ¿para qué?....

-¡Aaaagh!

De mi boca sale ese sonido de sorpresa y dolor a la vez. Se me nubla la vista; se me empapa de tibio líquido la lengua; dejo de escuchar, de oler pero no de sentir; caigo de rodillas sin saber por qué, mientras toco mi vientre y siento mis vestiduras cálidas; observo mis manos que ya no son normales y familiares, ahora las cubre un tono muy rojizo brillante, es sangre… estoy herido… todo comenzaba aquí…

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Por qué? o ¿Para qué?

En muchas ocasiones, aquellas ráfagas de viento me traen ideas de otros lugares; lugares distantes que ni siquiera he conocido y no sé si conoceré, pero no por ser lejanas serán despreciables a mi entendimiento y mucho menos serán apartadas de mis sentimientos, pues comparto en mucho la creatividad y la filosofía con la que son creadas.

Bastantes lunas atrás, mientras me encontraba en la séptima torre del ala derecha, un soplido vino a mí y recorrió mi piel y mis pensamientos. Generalmente los saboreo, elaboro y profundizo junto a mi poco entendimiento para razonar, posteriormente los almaceno en mi pecho y los guardo como recuerdos, pero este soplido venidero quizá de un corazón superior, tiene una cierta filosofía que mis ojos vendados no habían podido ver. El tema de esta idea y filosofía quizá sea muy extenso, y quisiera extenderme tanto como mis palabras me lo permitan, sin llegar a aburrir al lector en cuestión.

Pues bien, mientras penetraba en mis poros este vientecillo tan cálido y frío a la vez, mi corazón lo adoptaba como parte de una experiencia más, aquellas que nos hacen crecer como individuos y comencé a profundizar…

Lector, ¿alguna vez en tu vida has mencionado las palabras de “¿por qué a mí?”? Sí, son aquellas palabras que referimos cuando hay cierto caos en nuestros días, en nuestras almas y en la vida cotidiana; las formulamos cuando los problemas nos invaden y no sabemos cómo remediarlos, entonces nos sentimos culpables y maldecimos a todo aquel que tenga un “dominio” sobre nosotros: no tiene que ser una persona en específica, quizá un objeto, la vida misma, el destino e incluso una divinidad, como mucha gente suele hacer. Es entonces que estos problemas o anomalías que afectan nuestras vidas, hacen mella en la manera de pensar y razonar de cada individuo y expulsamos eso que nos es más fácil de decir: “¿por qué a mí?”

No te culpo lector, al igual que tú, muchas veces en mi mundo y en mi destino creado, he mencionado incansablemente esas palabras, y justamente son evocadas gracias a la poca razonabilidad que tengo cuando el caos me invade, es así como funciona. Pero, ¿por qué nos sentimos víctimas de las situaciones que nos aquejan? Es cierto que hay ocasiones que el mal nos atormenta y nosotros no tuvimos nada que ver para que nos pasara tal o dada cosa; es cierto que cuando pasa eso nos sentimos heridos en el alma y en el corazón; es cierto que quisiéramos maldecir y aniquilar todo cuanto podamos para aliviar ese nuestro dolor y sufrimiento -me pongo a pensar en todo lo que a ti, lector, te puede pasar negativamente allá en tu mundo real y créeme, es algo que no digiero fácilmente-, pero ¿qué pasa cuando ya el mal se ha hecho y se ha establecido en nosotros sin que lo hayamos buscado? Es entonces cuando nos sentimos víctimas.     - ¡¡¡ ¿Por qué a mí? !!! -

Es muy válido el pensar en el ¿por qué a mí?, es una forma de cuestionar a aquello que nos aqueja, quizá una defensa intelectual contra nuestra pesadumbre, pero ¿y si cambiáramos la forma de ver las cosas? Qué pasaría si de alguna manera asimilamos el daño y nos preguntáramos: "¿para qué a mí?" Las cosas cambian cuando vemos desde otra arista el sentido de las situaciones, las palabras “por qué” y “para qué”, nos ayudan a comprender en mucho los tropiezos o triunfos que recolectamos día a día.

¿Para qué? Apuesto lector, que no piensas mucho en el “para qué”. Yo tampoco lo hacía, pero fue ese soplido quien se inmiscuyó en mi pensamiento y veme aquí. He reflexionado sobre mí y en todo lo que me ha pasado desde el día en que existo. Al igual que muchos seres, generalmente tenía esa idea del “¿por qué a mí?” cuando las malas cosas me afectaban, en particular hay una… y creo la usaré de ejemplo, quizá me pueda dar a entender mejor.

Yo, estimado lector, no gozo de ciertas cosas que los demás tienen. Si sabes quién soy, entonces recordarás que mis alas carecen de esencia para ser llamadas alas; no tienen tantas plumas y son frágiles al vuelo, como las rosas marchitas después de haber vivido tanto como les fue posible; carecen de vida en plenitud y la agonía que profesan suelen matarlas más conforme avanzan los soles; es por eso que no vuelo, es por ello que veo a los voladores desde el suelo, es por eso que envidio la forma de vivir allá en las alturas. Pues bien, es en esas noches de lunas tristes cuando mis lágrimas hacen acto de presencia y mi nostalgia me invade. Pienso y reflexiono el por qué no soy igual a los demás, el por qué no tengo alas como ellos, el por qué no puedo volar y vivir como normalmente se hace, el por qué… el por qué… el “¿por qué a mí?” Y entonces grito, maldigo, me desgarro por dentro, sufro y muero lentamente al desear alas iguales a las tuyas lector… no sabes cuánto deseo unas alas iguales a las tuyas…

Podríamos sufrir y llorar el resto de nuestras vidas, maldecir y no creer en nada, pero ¿de qué nos sirve? Sólo sufriríamos más dentro de ese mundo oscuro y nostálgico que hemos creado, teniendo en cuenta que esa “situación de caos” la provocó, pero que nosotros mismos la hicimos más grande.

Pues bien, ahora ya no me pregunto mucho el “¿por qué a mí?” sino el “¿para qué a mí?”, es cierto que no gozo de lo que tú tienes lector, es cierto que yo desearía unas alas iguales o mejores a las tuyas, es cierto que todo eso me corrompe y desespero en ciertas ocasiones, pero… quizá no deba de tener ciertas cosa que tú posees.

El ¿para qué estoy sin alas? es algo que la vida misma me lo responderá conforme pase el tiempo; creo que el destino nos ubica a todos en cierto tiempo y espacio, depende de nosotros aprovechar lo que tenemos para crecer como seres y ayudar a los demás: no podemos crecer y crecer y crecer indiscriminadamente y tratar de ser superiores a los demás, porque entonces caeríamos en el egocentrismo; es así que mis carencias quizá sean complementadas con tus virtudes y viceversa.

De esta manera el “¿para qué a mí?” puede ser que nos dé respuestas a nuestras preguntas, siempre y cuando sepamos razonar adecuadamente dentro de toda la oscuridad que nos pudiese asaltar.

Yo, sigo preguntándome “¿para qué a mí?”, aún no tengo respuesta, la busco día a día en mi mundo y el día que tenga conocimiento del “¿para qué a mí?” quizá sea uno de los días más entrañables que lleve en mi corazón por la eternidad.

domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Dudas?

Me encontraba en medio de la salón principal, aquel en donde no hay nada y a la vez hay todo, en donde no alcanzo a ver dónde comienza ni en dónde termina, sólo las múltiples antorchas en cada una de las dos paredes que la componen deslumbran la imaginación de mi pleno ser –hasta ese momento-. Es en este salón lleno de fantasías, en donde he tenido los más placenteros momentos de alegría; se desborda la pasión de las melodías que retumban en los extremos de la misma; sueño y juego a ser libre en mi mundo donde sólo hay ataduras y donde cada vez me oprimen más las alas para no poder volar; es en este lugar donde vivo por instantes en una burbuja de gratitud. Ese salón tan grande es donde paso mis días de paz… hasta que las tragedias suceden…

Un viento frío ha apagado las antorchas; el viento recorre mi cuerpo y mis alas marchitas; es frío, muy frío, me hace estremecer los huesos desquebrajados que ya poseía. No comprendo lo que pasa. Todo está obscuro y un silencio perpetuo impera ahora en la atmosfera. No hay luz, no están las sombras que me acompañaban y bailan conmigo, no hay aire respirable, todo es misterioso y estoy congelándome…

-¿Qué es lo que pasa?

+No lo sé…

-¿Por qué no hay luz?

+¿Lo sentiste?

-El viento es mi compañero, mi amigo, mi guía, pero cuando es frío entonces todo está mal

+Lo sé. Viento frío fue lo que apago las antorchas

-Necesito que estén encendidas: no veo nada.

+En un instante se prenderán de nuevo: relájate.

Permanecí quieto, muy quieto en el mismo lugar antes de que se apagara el fuego de las antorchas. Esperaba paciente a que de un momento a otro todo volviera a la normalidad… pero no sucedía nada. Lo poco que veía hasta ese instante me parecía turbio. Lo que respiraba comenzaba a enfriar mi interior, y entonces llegó la desesperación:

-Prende las antorchas ahora mismo…

+Sabes que no puedo hacerlo.

-No puedo ver nada, me congelo de pies a cabeza…

+Permanece tranquilo…

-¡No pudo! Me congelo.

+Respira lentamente. Con mucho cuidado y sin hacer ruido, siéntate en el suelo, que tus rodillas toquen tu pecho y con tus brazos rodea las mismas, pliega tus alas lo más que puedas y permanece así.

Así permanecía, pero esta quietud me mataba, mi desesperación comenzó a crecer y cuando uno se desespera por no saber lo que pasa, es cuando… las cosas malas surgen:

-Dime que también lo sentiste.

+Tranquilo.

-Necesito ver hacia todos lados…

+¡Permanece como te he dicho!

-Pero no puedo ver detrás de mí, sólo abarco 180 grados…

+No te muevas Ícaro.

-…

+Silencio.

-…

+Así.

-…

+…

-¡¡ ¿Qué es? !!

+¡No te muevas te he dicho!

-¡No puedo, tengo miedo!

+¡Relájate!

-¡¡¿Quién es?!!

+…

-¡Está en todos lados!

+Sólo haz lo que te digo y no te muevas Ícaro…

-¡No puedo! ¡no puedo!...

+¡¡¡ ÍCARO !!!

Enmudecí. No podía hablar ni gritar, mi voz se había ido. El ver me era inútil, todo estaba obscurecido. ¿Escuchar? No sé a quién escuche, pero eran rizas lejanas que rebotaban en los muros, como los de una niña. ¿Sentir? Estaba aterrado; permanecía en la posición que se me había indicado y sin moverme, pero las sombras saben que mi piel era un mar de sensaciones: todas de temor. No logro comprender nada. Nadie me acompaña, sólo esa siniestra cosa ennegrecida que pasa por mis costados una y otra vez; no tiene rostro y ni siquiera sé si tiene cuerpo, pero me hace daño cada vez que pasa junto a mí.

-…

+Tranquilo.

-No podía hablar, ni gritar, ni…

+Lo sé, yo tampoco.

-¿Qué está pasando?

+…

-¿Lo sabes?

+…las acabo de ver.

-¡¡ ¿A quién? ¿a quiénes? ¡!

+… hay dudas a tu alrededor…

-¿Qué? ¿Dudas? Yo no puedo dudar, no estoy hecho para eso…

+Lo sé, esas dudas no son tuyas… son de alguien más…

El dudar es un mecanismo de defensa; salta a los ojos cuando no se puede creer en algo, y es entonces que se usa la razón; la razón a su vez trabaja con todos los pensamientos que se adquieren a lo largo de la vida, y todos los pensamientos construyen fórmulas y posibilidades de una posible solución.

Alguien ajeno a mí dudaba y esas dudas me rodeaban haciendo que mi cuerpo y pensamientos quedaran inmóviles. Cuando un ser duda y afecta a otro ser, a ese otro ser no le queda más que callar, permanecer quieto y sufrir lo menos posible: no hay defensa contra una duda.

-Permaneceré callado y quieto… la tercera característica la guardaré… qué más da…

jueves, 18 de noviembre de 2010

Alegría


Los pájaros cantan, los escucho muy bien: pero estoy entre “ellos”.

Por este mundo, y por el tuyo, lector, descubro día a día facetas que me sorprenden, pero que tienen relación con mi insignificante alma. Tal es el caso de tus voladores; aquellos que sucumben en cuerpo pero que extraen de sus corazones las alas que todos alguna vez tuvimos.

Los vi llegar y sonreí. Los vi trepar y sonreí. Los vi en lo alto y sonreí. Los vi prepararse para cruzar los cielos y sonreí. Tu mundo es más que magnifico, y no sólo él, sino cada célula que lo compone: cada célula es un individuo. Sé que hay demasiados cuervos que también vuelan; sé que hay carroñeros como buitres y otros seres que infectan las mentes de los demás, pero déjame hablarte de tu parte buena, de tus seres preciados, de lo que vi y me contagió el alma de felicidad.

Me encontraba abajo, como cualquier otro día, paseando por el verde prado, cuando se acercaron, ellos, tus voladores, tus otros voladores de fuertes cuerpos y de corazones titanes. Ya no tenía otra cosa que hacer, más que observar.

Serenos, muy serenos permanecían quietos en el suelo, realizando rituales a los ancestros del cielo. Lentamente vi crecer aquellas alas que no tenían en un principio, eran mágicas, eran hermosas, eran deslumbrantes; uno por uno fue emprendiendo aquel vuelo hacia la lejanía de la tierra. Es hermoso verlos lector, volaban con gran agilidad, desplazándose por todo el aire, estremeciendo las nubes a su paso, doblando sus cuerpos de tal manera que hacían figuras inimaginables allá arriba.

La complejidad fue creciendo al pasar el tiempo. Yo, como fiel espectador, no dejaba de sorprenderme; eran tan perfectos, que por un momento cerré los ojos… los cerré levemente… los cerré un instante… los cerré… para poder soñar…

Ahora tengo alas, y surco los aires, me han permitido volar junto a ellos. Siento el aire que pasa y recorre todo mi cuerpo, una sensación de libertad me invade. ¡Puedo volar! Sé que puedo volar. Lo hago ahora mismo. Esa libertad llena todos los poros de mi cuerpo, es raro, lo sé, pero mis brazos son guiñapos ahora; no necesito de un cuerpo si tengo alas, alas que me han otorgado por este instante. Me he convertido en uno más y a la vez en algo diferente, he de reconocer que no tenía esta habilidad antes y me da miedo seguirla teniendo.

Aquellos surcadores del cielo son maestros, son perfeccionistas de su propio espíritu y por ello es que son capaces de dominar ese territorio. Y para ser sinceros, mi espíritu no es algo que esté completo en estos momentos.

Aún así, me involucré entre los pájaros que cantan sin silbar; aún así, sentí el aire en mi rostro; aún así, volé entre maestros con sólo cerrar los ojos; aún así, ellos me permitieron soñar una vez más.

Lector, tu mundo es más que sorprendente; quisiera hacer tantas y tantas cosas con unas alas como las tuyas, pero no me es posible, las mías se dañaron. Es por eso que te escribo con el corazón: no permitas que ésta tu casa se destruya, constrúyela sin dañar más, piensa en los demás seres que también la habitan, todos en conjunto podrán vivir en una manera respetable.

Yo, por mi parte, seguiré soñando no sólo con los ojos cerrados; construiré ideas para que me lleven a tener unas alas igual a las tuyas. La pesadumbre y la negatividad a veces me invaden, pero por dentro tengo un corazón más fuerte que eso, y es él y ella, mi musa, los que me inspiran confianza y ganas de seguir. Prometo lector, que algún día volaré como tus otros voladores, los volveré a ver de cerca: serenos en la tierra, pero felices en el cielo.

Tu magia, mundo, mundo mío, me despierta las ganas de vivir; no permitas que sueñe cosas con maldad, más sin en cambio, lléname de entusiasmo, de felicidad, de aire que atraviesa estos humildes poros, sólo de esa manera podré sentir el máximo de mis instintos y sentimientos. Cúbreme pues de lo bello de la vida, de tu vida, de su vida… y así podre compartirte mi eterna… alegría.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Mañana

Hoy caminaré por el jardín de mi castillo, que sin ser jardín y mucho menos de mi castillo, es perfecto como para nombrarlo bosque. Pasearé entre los árboles enormes –cómo han crecido desde aquella vez-, escucharé a los pájaros cantar y a los lobos aullar. Hoy me perderé en esta inmensidad verde, presiento que mi cura está dentro de esto. Hoy silbaré sin miedo, melodías que en antaño escuché. Hoy me quitaré las alas inservibles y me pondré andrajos que tenía guardados: despojos de una niñez perdida. Hoy seguiré un solo camino que nadie ha recorrido, por lo menos no tengo conocimiento de eso.

Hoy… hoy platicaré con el viento que sopla y habla al oído sordo de la ironía. Hoy murmuraré con las hadas y pequeñas ninfas que deambulan los bosques cayados por la paz. Hoy tendré la fortuna de preguntarme si estoy vivo o sólo los pensamientos huérfanos vagan por el espacio. Hoy veré con más brillo los colores de la naturaleza; respiraré el aroma de las flores que se encuentran en el valle; y degustaré las delicias de los alimentos. Hoy por fin tendré la oportunidad de dirigir una mirada fugaz al Sol, aunque éste me queme los ojos. Hoy sentiré con más tacto a los insectos recorrer mi piel, con aquellas patitas tan pero tan diminutas que poseen, que me harán estremecer y sonreír de asombro.

Hoy me ha alcanzado la noche y con ella las Lunas: altas posan en el firmamento. Hoy seguiré sin sentir miedo de la oscuridad, pues veo perfectamente. Hoy seré parte de las bestias, aquellas que me siguen con la mirada: creo que les doy miedo, al igual que ellas a mí. Hoy… no sé por qué pero creo que acabo de decir una mentira. Hoy dormiré bajo este techo de hojas y troncos; el frío cala, el viento sigue hablando, las ramas murmuran, las bestias también lo hacemos. Hoy descansaré siendo parte de la hermosa naturaleza; ahora veo, ahora escucho, ahora siento; siempre he sido parte de la misma, me he apartado por situaciones ajenas a mí, pero es reconfortante volver a ella, volver a casa sin ser mi casa, de platicar con mi alma… alma enturbiada por malos vuelos. Hoy tengo las ganas infinitas de gritar en este lugar, oscuro, hermoso, con fieras, con hadas, con estrellas brillantes, con hojas muertas, con aromas… conmigo.

Hoy despierto en el mismo lugar que ayer, sigo más vivo que nunca. Hoy el amanecer es diferente, es fresco: tengo frío; es esplendoroso: tengo los ojos segados; es melodioso: aún escucho. Hoy pasaré mis últimos momentos por aquí, llenándome de verde a cada paso, a cada instante. Hoy seguiré teniendo la fortuna de ver, escuchar, saborear y sentir a la naturaleza. Hoy volveré a disfrutar a mis acompañantes de camino, pues hoy mismo regreso al castillo; los infortunios que la vida misma nos ponen, hacen que hoy quiera vivir con más ganas que nunca, pues hay viejos sabios que enuncian no hacer después algo que se puede terminar hoy.

Mañana… mañana no sé si exista.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ser


¿Quién soy, desnudo, ante ella? No soy más que cuerpo hecho de piel, esqueleto y unas alas reconstruidas por sueños enormes. Un simple mortal a sus deseos, alguien que desconocía en esencia pero que en imaginación estaba completo: hecho de pasión, de ideas, de imaginación.

¿Quién soy, desnudo, ante ella? Soy el esclavo de sus pensamientos; alado convertido en hombre que no busca más que el placer de su musa. Soy eterno servidor de sus emociones llevadas hasta la cúspide de la integración en sus ideologías.

¿Quién soy, desnudo, ante ella? Insignificante personaje dentro de sus culpas; no hago más que buscar una posible felicidad dentro de todo el enmarañado entorno en el que volamos. Incansable mozo de sus inquietudes: diseñador de un paisaje diferente, elocuente, enloquecido y turbio por los pensamientos.

¿Quién soy, desnudo, completamente desnudo ante ella?

Ahora somos dos… dos seres desnudos uno junto al otro recostados en la quietud del universo, rodeados de un ambiente pasional. No hay barreras más que las descritas por el aire y ese sofoco que nos incita a seguir.

Siempre delicada, es como tocar seda fina, muy fina. Suave cuando roso mis dedos contra su piel, comienzo en la silueta de su cintura; despacio, tercamente despacio mientras miro sus ojos tan llenos de vida. La inquietud de mi espíritu me trae la idea de seguir por un camino de emociones; recorriendo siempre tenue su piel, subo mis caricias buscando algo más. Aprieto con lentitud y sin causar dolor… las emociones que llevan mis manos inscritas en sus propias palmas, hacen estremecer su cuerpo, arqueando su columna: presiento que es síntoma de placer.

No puedo dejar de verla ni de sentirla, la sensatez la he guardado para peores momentos. Sus labios me invitan a saborearla, a deleitarme con su excelsitud. Ahora mi respiración es más rápida, entre cortada, y mis deseos cumplen como dueños de mis impulsos. Ella, al igual que yo, transpira por sus poros el enloquecido romance de la pasión; la percibo inquieta, desesperada, controlo sus impulsos con mis manos aún palpitantes por sentir su piel.

Mis labios comienzan su propio destino. Tocan su cuello deleitándose con su sabor. Recorren sus mejillas tratando de sentir el calor que hasta el momento ha estado guardado, mientras que mi cuerpo ahora posa sobre ella. Una de mis manos juega a encontrar placer en uno de sus muslos, acariciándolo delicadamente mientras la otra prueba fortuna cerca de su corazón: palpitante, así lo siente, así lo palpa, así se estremece cada vez que exhala la propia alma por su boca, sin olvidar que mis labios ahora son cómplices de su emoción pues hacen lo propio con los de ella.

Beso eterno y feroz que no deja escapar el más mínimo aliento; nos hemos convertido en fieras tratando de ganar una batalla que no tiene malicia. Cómo explicar que mi corazón late más rápido que en cualquier otro momento, mientras que mi boca impaciente comienza a sentir su propia piel. Dejo a un lado sus deliciosos labios para recorrer de nuevo su cuello, pero mi objetivo es emigrar hacia tantos lugares me sean posibles. Escucho latir su propio corazón, como si quisiera escapar, como si quisiera decirme algo; me acerco sigilosamente, despacio, una vez más despacio… mientras esculpo con mis labios aquellos sabores de sus senos: ahora comprendo que su latir me orillaba a encontrar aquello que imaginé.

Para este entonces he perdido la razón, la sabiduría y todo aquello que tiene que ver con un mundo terrenal, ya no soy más yo, me he despojado de mi serenidad para dar paso a un ser completamente distinto, esclavo de mi doncella.

Mis labios recorren su vientre cálido, ligeramente cálido por el sin número de exaltaciones y estremecimientos que realiza su cuerpo. Ni mis manos, ni mis labios dejan un segundo de rosar su cuerpo; estos últimos, se aventuran en el camino peligroso o placentero: paso cariñosamente por su ombligo, luego prosigo más abajo, despacio, abajo, más abajo, muy, muy despacio… un gemido se expande en el aire, no ha sido mío, sino el de su alma.

Mis incesables labios han encontrado mejores condiciones de emoción, pero ellos no pueden solos contra el mismo universo, por lo que ahora mi lengua, aquella domadora de la filosofía y de los sabores de la vida, contribuye con la excitación corporal. Como si se tratase de una pluma de ave, sencilla y cautelosamente rosa esa parte que la estremece, que la hace gritar, que la hace delirar y pronunciar una y otra vez la palabra “sigue”.

No encuentro mayor placer que ese después de un largo tiempo manipulando esa zona con mis labios y lengua; no encuentro ideas exactas para describir la perfecta emoción que se percibe al sentir ese cálido destello de gozo en cada poro de su cuerpo; no encuentro sabores en este mundo para relatar el que yo sentí.

Yo, alado convertido en hombre, desconozco ahora mi nombre y el quién en verdad soy, sólo puede inferir que me he convertido en esclavo de mi propio destino y del cual maneja un ser completamente superior a mí: mi musa.

jueves, 7 de octubre de 2010

Vivirás para alguien más...ѻ

En aquellos momentos en que “rostro sucio” se debatía entre la existencia y la lejanía de la misma, todo comenzó a adecuarse de una forma un tanto favorable para él. Si bien es cierto que la herida era demasiado profunda y de muerte, también lo es que ese tipo de heridas suelen sanar, con mucho tiempo y tras largas noches de melancolía, hasta que éstas comienzan a ser cortas y los días largos, es en aquellos momentos en que el Sol pega de lleno en el pecho de los mortales y los levanta en vuelo, para comenzar una vez más.

En todo ese tiempo de sanación, había cierto diálogo interno dentro de él, diálogo que se prolongaba por espacios finitos y que le ayudaban a una mejor recuperación. Cierto tiempo y espacio, su vivir y su sentir eran los siguientes:

-No sé donde me encuentro. No sé qué tipo de ser soy, No sé qué hago o qué dejo de hacer. No sé nada de mi existencia, ni siquiera sé si he dejado de existir. Mi pecho duele, duele mucho: tras la envestida que me ha dado vuestro egoísmo y vuestra poca razonabilidad para este asunto, me encuentro semi-destrozado en un lugar oscuro. No puedo ver y no sé si pueda escuchar, pues no escucho nada. Silencio impera en mi ambiente.

Era de esperarse que “rostro sucio” maquinara una y otra vez las múltiples formas en las que pudiese haberse encontrado, aún así, el tiempo pasaba, las estrellas lo iluminaban, el Sol de tanto en tanto lo quemaba y corría el ir y venir de su imaginación:

-Constantemente me hago la misma pregunta: ¿cuánto tiempo he pasado así? Comienzo a mover mis extremidades, que a decir verdad, se encuentran en un letargo profundo, y no las culpo, yo mismo he dejado que duerman todo lo que ellas quieran. Poco a poco, siento un viento que refresca mi piel, no sé de dónde proviene pero agradezco que suceda y exista para mí. Es extraño, no sentir sangre ya en mi pecho; sé que no debo moverme en demasía por temor a que se abra la siniestra herida, pese a esto, me siento más completo que antes, sólo debo de quedarme un poco más quieto y el tiempo hará lo suyo.

Eso era, una larga recuperación de días y noches fortuitas hacían que todo mal pasara, por lo menos, no daban más molestias a su ya maltrecha alma, culpable de haber ejercido todo el poder en batallas que no le correspondían, no de esa manera.

-Estoy cansado de estar así. Sé que mis pensamientos no os merecen ya, pero comienzo un estado de envenenamiento interno, es eso lo que me hace vivir amargamente, concentrado en una posible destrucción, pues vuestra batalla me ha dejado en un deplorable reflejo de agonía y sin esperarlo, he regresado. No os preocupéis, por el momento, mi ser sólo desea paz. No pretendo infringir en las murallas de un imperio… imperio que ya no me interesa. Mis objetivos son otros y de mayor importancia. He logrado levantarme: sin ropa alguna, sin armadura, sin escudo, sin casco y sin espada, comienzo a andar una vez más por los valles verdes de mi presente. He comenzado de nuevo y para ser sincero, ya no deseo más guerras.

Aquel hombre que había renacido, no era otra cosa más que la experiencia de múltiples batallas, una tras otra y ahora sólo cumplía con la vida misma: “el caerse y levantarse, así lo dicta el existir”. ¡Hombre!, tú que has surgido de sangre y polvo, de sudor y piel, de lágrimas y gritos, un nuevo acontecer te espera. Ya lo había mencionado antes, no será tu primer y última batalla, hay más en tu futuro; hoy, comienza la vida de nuevo. Construye tu presente alejado de la oscuridad: vivirás para alguien más.

Imagen tomada de: María del Pilar Gómez. Ocaso. 2010 http://pgomezarte.blogspot.com/

martes, 5 de octubre de 2010

A la orilla del pensamiento

+No debería ser yo quien te busque, sino al revés.

-¿Buscarte? ¿para qué? No tengo qué recurrir a ti.

+Yo creo que sí: tienes que pensar muchas cosas…

-Pensar. Eso es lo que no debo de hacer, en estos momentos cuando la luz deja de iluminarme, es el peor momento para pensar, tengo miedo a crear un caos.

+Sentado a la orilla del balcón ¿crees que tus dudas se esfumarán?

-No, pero por lo menos no pienso tanto. Sólo percibo el aire que corre debajo de mis pies, acaricia mis alas y mi rostro: no tengo miedo de caer desde esta altura.

+Creo que te adelantas a los hechos Icaro. No deberías de crear una tormenta en un vaso de agua, hasta el momento y por lo que he escuchado, no ha pasado nada.

-El problema no es si está pasando, sino que pasará. No me puedes decir que no, tú mismo los has escuchado en la soledad de este castillo. Deambulan como seres sin existencia, sin motivos para hacerlo me hacen saber ciertas cosas que no pido saber, pero aún así lo hacen.

+¿Quisieras que no sucediera así?

-Quisiera poder entender mejor tantas coincidencias.

+Creo que ya lo haces.

-Sucederá ¿cierto?

+Anhelaría decirte que no, pero la respuesta es muy obvia. Nunca te preparaste para una situación igual; deberías comenzar a ver una ruta de vuelo diferente.

-No quisiera. Me he acostumbrado tanto a… desde que atardece hasta que amanece, que ya no puedo planear más rutas; estoy bien así, estamos bien así, no quisiera creer que todo se derrumbará.

+Es eso lo que no debes de hacer: derrúmbate antes de que el Sol salga. Dime ¿tienes certeza de que el astro rey el día de mañana saldrá?

-…

+…

-Generalmente así sucede…

+Pero las generalidades suelen fallar Icaro.

-Muy pocas veces lo hacen.

+Y si sucediera, si en verdad ese temor latente se hiciera presente ¿sabes lo que tienes que hacer, verdad?

-…

+¿Verdad?

-Sí.

+No derrames lágrimas, aún no. La luz te seguirá iluminado por mucho tiempo; no es momento de sufrir, date cuenta que sería desperdiciar tiempo, y para eso, tendremos mucho después de la catástrofe.

-No lloro de dolor, sino de preocupación, no sólo en mi, todo colapsará, temblará el suelo del castillo, sus muros vibrarán, las sombras enloquecerán, el sótano… el sótano se vendrá abajo y con ello surgirá el veneno, pero sobre todo… antes de que todos dejemos de existir, está él.

+Amargamente lo sé.

-Lo he visto en las auroras que suelen traer las noches, hermosas y brillantes, me cuentan lo que pasará, y lo he visto ahí.

+…

-Es el mismo, sin cambio aparente; parece no importarle lo sucedido, lo veo tras centenares de hojas, de libros, de números y letras, concentrado en llegar a su sueño, su eterno sueño… pero por dentro muere.

+Tienes que comprender: no podemos sonreír ante la desgracia, ni tú, ni yo, ni el veneno y mucho menos él.

-Vendrán lunas difíciles, me lo han susurrado las auroras. No sé qué pasará, pero sea lo que sea… todos caeremos y todos nos levantaremos, aunque cuando lo hagamos, él no tendrá vida más en sus ojos.

+¿Sabes lo que eso significa?

-Sí

+No quiero imaginarlo así.

-…

+Hazme un grato favor, levántate de la orilla del precipicio y platícame, esta noche, más sobre aquella historia. Quisiera poder imaginar en un final feliz.

-Bien. Me parece que la noche no merece hoy melancolía, más sin embargo hay que darle satisfacción. Te contaré más… ¿listo?...

martes, 28 de septiembre de 2010

Hoy no... ѻ

Es tan melancólico describirlo de esta manera, pero así es la vida de ciertos seres: caer y levantarse para después volver a caer, seguirse levantando mientras las fuerzas del corazón se los permitan, esa es la vida, así es el destino.

No hay Sol aquí, las nubes prevalecen, el viento sopla con fuerza en ciertas ocasiones, y el frío le consume los huesos; el dolor se apodera de él, pero no siente, no sabe si sentir o dejarse llevar por la luz que lo ciega, por la nostalgia de la derrota, no sabe si vivir o integrarse a la arcilla que se encuentra debajo de él: mojado, completamente empapado se pregunta una y otra vez qué hizo mal, qué ocasionó su trágica derrota. Su llanto se ha convertido en polvo, ya no puede llorar más. Inerte yace en el suelo, destruido, abatido, con ganas de no existir pero él lo sabe, aún late su corazón… roto, desquebrajado por la espada de la soledad, herida de muerte es lo que tiene, lo que lo mantiene agonizante, lo que no lo deja morir prontamente.

-Cielo, eres testigo de mi sufrimiento, cúbreme entre tus brazos y llévame al eterno sueño, ¿no veis que me encuentro en la agonía? Se gentil con mi cuerpo, y arranca el dolor que siento en mi pecho, pues ya no puede soportar tanto sufrimiento.

Sí, el vivir ya no es una opción para él, desesperado pide clemencia a las sombras: tantas derrotas lo han hecho vulnerable a la no existencia.

Poco a poco el cielo se oscurece, sin dejar de llover, la luz plateada se asoma por el horizonte, síntoma de que el frío será más intenso y de que las bestias buscarán alimento en esa oscuridad. Aún consiente, no le importa que lo devoren, no le importa que desgarren su piel, el dolor ya es parte de su alma.

-Luna, sabéis que me encuentro dispuesto a dejar esta existencia en una noche en donde estés presente. Bien pues, dispón de lo poco que me queda y cierra mis ojos con el brillo de tu vida ya que no tengo deseos de seguir cabalgando, de seguir luchando y de empuñar la espada que alguna vez forjó mi corazón.

Rostro sucio por el barro, dejas así lo que conoces como “vida” para entregarte en los brazos de la muerte. No culpo tu decisión, presenciarte de esa manera me duele pues sé que esas heridas no son fáciles de sanar. Tu escudo se encuentra a metros de ti sin poder correr a tu auxilio para levantarte de la miseria; tu armadura está completamente desecha, pedazos de metal en el barro, pedazos de metal en tu piel; el casco que te cubría el rostro dejó de existir, no lo veo por ninguna parte; y la incondicional espada, fiel amiga en estas luchas tormentosas, la percibo rota por la mitad. ¿Qué cruel y encarnecida batalla has llevado? Mísero ser, me compadezco de tus males, personas tan destruidas encuentran refugio en el olvido.

Así pues, yacerás bajo la Luna, bajo el cielo negro, bajo la lluvia perpetua y bajo la herida que te consume poco a poco, pero tu historia no termina aquí, más bien comienza ya que el destino aún no escribe tu último renglón y mucho menos tu última batalla.

Descansa en ese estado mientras puedas, porque ambos sabemos que saldrá el Sol el día de mañana y será más difícil consolar el calor que el propio frío. Descansa mísero ser, el día de mañana tendrás la oportunidad de nuevo de volver a morir: hoy no.

lunes, 27 de septiembre de 2010

En autoría de una vida en construcción

¡Qué locura! El Castillo parece tener más vida que en antaño, y a decir verdad, nunca ha tenido vida pues se ha mantenido en la oscuridad de las sombras quienes lo habitamos, pero me refiero a que tiene cierto aroma a alegría, pasión, entusiasmo, quizá un toque de luminosidad y cierto desdén de emoción. Caería en un error al cuestionarme del por qué es que se presenta así actualmente, no hacen falta respuestas a las preguntas que son tan obvias; no hace falta imaginarme lo que le ocurre para saber que entra más luz por las ventanas en los días despejados cuando el astro rey nos baña con su celestial luminiscencia. Todo se debe a una musa convertida en diosa, pues ella de quien depende mi felicidad, y la de él.

Es así que pasan las noches llenas de estrellas en el firmamento; desde mi balcón siento la brisa que despierta a mis alas, las extiendo y se inundan de aquellos rayos plateados que me proporcionan las lunas… lunas mías que están más brillantes, ustedes también saben lo que pasa dentro de mí y de él al unísono, inevitable saberlo pues hasta la flor más pequeña que deambula debajo de nosotros presiente y siente con emoción el calor del amor.


Me aventuro a vivir de ahora en adelante creando y regresando a mis orígenes, a aquellas noches de placer en los que la lectura y las ideas surgían como mundos colosales en mi mente, haciendo y deshaciendo cualquier tipo de integración con los personajes. Pero no es para menos, ha regresado en pequeñas dosis de entusiasmo aquello que no siempre tengo y que ciertas ocasiones suele desprenderse de mi alma: la inspiración.

Es en parte su felicidad la que contribuye a que yo me encuentre aquí, la otra parte es que era necesario expresarnos de manera autónoma, siguiendo los lineamientos de conservación en dos mundos, él en el suyo, y yo en el mío; pero es él quien me da las armas necesarias para imaginar, pensar y que de esta manera sienta el vivo sentimiento de la recreación.

Lo veo tan dócil y tan noble, cuando antes había sido duro y engreído. Pero no lo culpo, fuertes motivos tiene para ser “otro” sin dejar de ser él. Y hablando de seres dóciles, engreídos, nobles y duros, es aquí cuando recuerdo cierta historia… una historia basada en un pasado tormentoso, cubierta con dolor y sentimientos rotos, pero que a decir verdad, lector, esta historia se construye día a día y advierto: el final será parte de su vida, del final de su vida, por lo pronto, sólo sé que comienza así…

miércoles, 1 de septiembre de 2010

¿Tienes mis r3spuestas?

Sólo faltaba un poco de escepticismo ocular para que despertara la poca intelectualidad que llevo en mis pensamientos. Y el principio, este principio de algo que nunca acabo, es un tanto curioso, pues me despojo de mis alas para darle paso a una locura que era necesaria, que era cierta en la realidad y que es más trascendental que los simples velos que formulaba.

Antes de todo y después de nada, necesito recoger algunas preguntas; ellas serán la raíz de lo que seremos, de lo que fuimos, y de lo que actualmente somos. Me remontaré al principio de mi existencia, en donde no era más que escombros de palabras revueltas, sin sentido, sin sonido y sin emoción. Necesito saber hoy más que nunca, el qué soy, es decir, lo que es él, pues no podremos dar pasos sin saber lo que en realidad estamos hechos.

Yo, un sognatore, sé que mi constitución emocional es mera coincidencia e integración de libros. Uno tras otro fue formando la esencia de mi propia existencia; las palabras volaban subconscientemente en la imaginación de mi cuerpo –mi propio cuerpo- y sin saberlo, cada día se maquinaba cierta parte integral de mi ser.

Él, sin meditarlo mucho, sólo mataba aquello a lo que ustedes llaman tiempo. Sí, lloramos juntos, él en su mundo y yo en sus ideas aún, no concebía que estuviese atado a una… vida sin vida, sé que suena muy contradictorio pero así era su realidad, mientras que yo comenzaba a existir en un mundo paralelo del cual no me he desprendido y no pienso hacerlo, pues nuestros caminos son completamente opuestos; es por ello que existo…

Pero quiero ir más allá, quiero saber quién fue él antes de que yo naciera tal y como soy, pretendo saber qué hacía para no morir, pues he de reconocer que su lucha ha sido intensa y que sus lágrimas no son del todo saladas y húmedas. He conocido el llanto y el dolor a través de las palabras, pero también a través de su alma y su realidad. En parte, yo sé lo que soy y ese es un comienzo satisfactorio, pero para estar completos, en verdad completos, necesitamos saber quién fue él, de qué estuvo y está hecho.

Él no podría decírmelo, no se conoce del todo: es por ello que pido ayuda a quien tenga rastros de su complejidad en el pasado, es decir, la concepción y conocimiento de su vida antes de muchas lunas atrás, nos sería de mucha ayuda, pues así, tan sólo así, podríamos seguir en este camino de locuras, él en su mundo perfecto matemático y yo en el mío lleno de improperios literarios.

Alguna vez escuche al viento que me traía mensajes no pedidos y se expresaba así:

Eres parte de él sin ser concebido por la naturaleza humana, eres su escape de su mundo, eres la pureza de lo imaginario, puedes ser su acabose si así lo deseas, pero lo importante, lo más importante es saber quién es él

martes, 31 de agosto de 2010

Otro contexto

Sin demoras en el tiempo, encuentro un espacio en este basto mundo de la poca creatividad. Me era difícil concentrar y coordinar unas cuantas ideas; me era difícil articular pensamientos con tan sólo un poco de sentido y sigue persistiendo esa dificultad, pero como he mencionado, ahora tengo un poco de arena del tiempo que se ve a mi favor, es así que me encuentro expresándome.

Simultáneamente a mis precarios pensamientos, me encuentro con una barrera, un simple muro de cristal, que no es más que impedimentos a la acción como tal, es decir, un mínimo y horripilante conjunto de poca capacidad para reaccionar de nuevo a lo que antes conducía mi ímpetu por sobresalir. Ahora, me encuentro bajo ese yugo tan áspero que provoca la pesadez de las mentes y ha decir verdad, en su momento lo necesité, pero ahora, ahora ya no es tan útil como en un pasado.

Es por ello, que ante estas penumbras antes ya mencionadas, recobro en parte la energía que tenía perdida, aquella que me impulsaba a surcar los aires a bajo nivel, es aquella energía la que me mueve a buscar horizontes cada vez más lejos. He de reconocer, que el letargo ha sido prolongado, y es por ello que busco una salida pronta y concreta.

Por el momento, me encuentro en fase de reconstrucción, aunque reconstrucción me suena a cuando se rompe algo y hay que armarlo de nuevo; afortunadamente no me he roto del todo, ni siquiera un pequeño rasguño llevo en mi ser, lo que si tengo es que el congelamiento de las ideas ha sido el motivo de mi alejamiento intelectual, es eso lo que debo de recobrar, la poca capacidad que tenía para coordinar y ordenar ideas escasas.

No me preocupa si lo hago prontamente, lo que me atemoriza es perder por completo ese olfato característico que poseía o poseo, no sé si aún lo conservo. También he de reconocer que más allá de mi presencia, están aquellas de las cuales soy copartícipe, no puedo negarlas y mucho menos él nos puede negar.

Sabedor de lo que estoy planteando, en un grito a tus pensamientos, te reitero que estaré en ti aunque tengas asuntos pendientes con los números. Perderme en ese mundo no representará mayor problema a tu aprendizaje. Despreocúpate por lo que me pueda pasar, lo que importa, e importa mucho, es lo que brindes al mundo –cuerpo mío- eso es lo gratificante, yo, un ser hecho de palabras, prometo confortarte en aquellos momentos de calamidad mental, lo haré con mis propios medios y bajo otro contexto.

lunes, 19 de julio de 2010

Gaceta: "El socialista"

Tu mundo es raro mi estimado (a) lector. Al parecer sabía todo lo que hay que saber justamente de las acciones y estereotipos que comúnmente son sujetos a ciertas normas “sociales” y las cuales sobresalen en diferentes tipos de conjuntos en masa. Mis muchas lunas al parecer daban crédito a una estupenda sabiduría la cual sólo era cuestión de tiempo para sacarla, esparcirla y aplicarla en el mejor de los casos, pero uno nunca es sabio hasta que no realiza todos los menesteres de la educación, lo definiría simple y sencillamente como: teoría y práctica.

Mis teorías, si es que las tuve, las tengo o las tendré, eran relativamente útiles únicamente en ciertos manejos intelectuales, descifrar ideas y pensamientos, consumirlos en mi interior y después plasmarlos en forma de palabras, me era relativamente fácil, cuestión de niños, suelen llamarlo; saber qué es lo que realizan las grandes masas y aventurarme en realizar un pronóstico acertado de lo que sucedería era un pequeño reto casi siempre acertado que dejaba gozo en mi interior, pues tenía cierto control de las cosas sólo con pensarlo. No realizaba nada del otro mundo, lo que hacía lo puede hacer cualquier mortal que se lo proponga, basta con tener un manejo adecuado del futuro siempre presente en nuestras acciones y un pequeño enfoque del conocimiento antes adquirido: eso era lo que formulaba yo, futuros adelantados en hechos que casi siempre terminan de la misma manera. Pero me di cuenta de una diminuta cosa: “si no practicas y no tienes conocimientos de teorías, difícilmente podrás seguir…”

Mis teorías se vieron opacadas por aquel día no tan lejano en el que se me promovió a vivir en tu mundo lector (a). Tenía la certeza de que fuese un día y una luna común y corriente, como los que suelen pasar en mi pequeño mundo, pero fue completamente un error. Al recordar, todo fluía conforme a lo planeado, nada fuera de lo común, todo parecía en orden y sin contratiempos, sin sorpresas, sin acciones no premeditadas: hasta que las mentes superiores en la práctica se presentaron.

Ahora mi reto era mayor, saber actuar conforme a lo estipulado ya no era una opción, tenía que modificar mis pensamientos a tal grado que pudiese convivir con aquellos que experimentan en etapas inferiores de la vida –tal como en el momento en el que él murió y yo nací-, tendría que fluir sigilosamente para poder adentrarme en ese otro mundo lleno de sentimientos y emociones, de nostalgias y alegrías; tenía frente a mí una nueva opción de cambiar mis ideas escasas hacia un punto en el que adquiriría más experiencia de ciertas cuestiones, manejarlas en un futuro y poder “controlar” de nuevo mi entorno y en cierta forma lo hice, pude adaptarme a aquello que me era desconocido, pude transformar mi cuerpo y mis alas en movimiento para maniobrar a lo que generalmente es, no sabiendo que más tarde nada de lo aprendido serviría.

Mencioné que me había adaptado a las normas que suelen llevarse a cabo, pero sólo fue a un nivel muy inferior, tan inferior como los cuerpos en crecimiento. Se presentó en esta ocasión algo mucho más superior que mis teorías y mis ideas, nunca lo vi venir, ni siquiera lo tenía planeado en tiempo y espacio; en primera instancia observe, después medite para finalmente razonar, parecía volverme a adaptar a este nuevo enfrentamiento en tu mundo lector. El evento era silencioso, asechaba a las presas tan cuidadosamente que nadie pudo pesar en un posible peligro y desmoronamiento, pero así sucedió.

Nada, absolutamente nada me ayudaba para este nuevo reto; la Luna no me acompañaba pues era sometida al exilio debido a las nubes de color gris. Las estrellas… ¿las estrellas?, las estrellas no existen en tu mundo lector: las matas cada día con tus acciones. Así que sólo me quedaba el viento, la lluvia y yo. Pero en parte ese fue el problema, yo no puedo ser yo en ese mundo, en tu mundo, en el de él, yo no existo para ciertas cosas que se requieren en la vida cotidiana de los mortales, no estoy apto –momentáneamente- para fluir en un mar de pensamientos y ese en principio, fue el acabose. Pero continúe, sin saber lo que me deparaba, actuaba cautelosamente intuyendo que así se debería actuar, seguía con los lineamientos de mis teorías que en ese momento más que en ninguno, asaltaban mis pensamientos una y otra vez, al parecer tenía cierto control de mí, hasta que se presentó el evento frente a mis teorías: teoría versus práctica.

¿Cómo explicarte lo que se moldeaba? Ahora ya no servía de nada el pensar, no tengo tutoriales para enfrentamientos de ese tipo; ya lo habían dicho antes, sólo que con otro sentido, pero es buen parlamento para plantearlo:

Pienso, luego existo…
Descartes

Ese era un punto fundamental en el embrollo que me asfixiaba: si no puedo pensar, mucho menos existir; me dejaba llevar por la poca intuición que me quedaba, pero era tan inferior que pronto quede fuera del combate. Ganador: la práctica.

No me culpo, y mucho menos a él, sabemos que somos parte de otro concepto de seres, que no tienen ni la más remota idea del cómo actuar frente a circunstancias lejanas, sólo la teoría nos acompaña, pero como mencioné al principio de esto, sin teoría y sin práctica juntos, difícilmente se ganará una batalla.

Es así que me vi poco tiempo después frente a una montaña con estrellas iluminándolo, tus estrellas lector son menos hermosas que las mías en mi cielo, pero aún así reconozco que fueron buena compañía para meditar, meditar sobre lo ocurrido, sobre lo que me aconteció en tu mundo, sobre lo que puede volver suceder, sobre lo que nunca estuve preparado. Sólo, solo me vi ante la noche, y el viento que refrescaba mis alas era oxígeno para mis pensamientos; la lluvia, líquido para mi memoria, y de nuevo yo… mientras alguien más detrás de mí ponía en práctica lo practicado: práctica versus practica, no hay que pensar mucho para saber que era un empate y dos seres contentos… muy contentos.

Es así como concluyo lectora, que mi poca “práctica” pone en peligro toda, repito, toda relación social, mi escaza existencia no basta para vivir en tu mundo; confieso que hubo emoción ante un evento nuevo, pero desolación ante el fracaso.

Momentáneamente estoy construido para escribir bajo las líneas del pensamiento, y no sobre las líneas de lo social: debería de atemorizarnos.