domingo, 27 de enero de 2013

Lo que no puedo decir con palabras... lo digo con el corazón

Hace tiempo que había olvidado el hablar con el pensamiento; aquello que se expresa a través del alma y que tiene por fin las letras, éstas que no son más que el conducto de la emoción en su más pura presencia.

Hace tiempo que no hablo conmigo de la vida misma. Quizá no existía la oportunidad, o las ganas de hacerlo. Quizá sólo me olvidé de lo que antes era y que de una u otra manera sigo siendo. Quizá… quizá. Quizá sólo perdí la inspiración para hablar.

Pero hoy hay motivos para que vuelvan a fluir las emociones de todo tipo; existen las condiciones exactas para decir –por hoy- lo que me mueve, lo que me alienta y lo que me mantiene soñando aún.

Es cierto que existe ese otro lado oscuro y amargo que todos hemos pasado en ciertas etapas de la vida, creo que son necesarios para crecer y aprender, pero no hablaré de eso por el momento. Lo que me lleva de nuevo a escribir, es todo lo contrario. Quisiera hacer notar, que pese a las dificultades cotidianas, me encuentro rodeado de seres que le nutren a uno el alma y la vida.

Como humano que soy, sin ser excusa, he cometido un sinfín de faltas, uno de ellos es juzgar sin antes conocer. Qué ingenuo y tonto fui en el pasado al alejarme de personas que hoy por hoy han cambiado mi vida significativamente. El no darse la oportunidad de tratar y conocer mejor a las personas, es un error muy común que solemos cometer: yo lo hice.

Es por ello que doy gracias al Universo, al destino, a la vida o a como quieran llamarlo e interpretarlo, porque gracias a eso pude darme cuenta que las apariencias son eso, simples y meras apariencias que no nos dejan ver lo que en verdad somos. 

Pude conocer la bondad y el verdadero espíritu de estos seres, que sin temor a empacho, puedo decir que me han llenado de grandes y cálidos momentos, esos que jamás se olvidan, esos que se guardan más que en la memoria, en el corazón; esos momentos de la vida que uno se lleva hasta el fin de sus días y si es posible más allá de ella.

Si algún día falto y el camino sigue en sus vidas, quisiera que sepan lo muy agradecido que estoy con ustedes, no sólo por brindarme su comprensión, sino toda y la más fiel de sus amistades. Me han hecho crecer como persona y me han abierto estos ojos cegados en algún momento por los murmullos de la ignorancia. Quiero que sepan que he reído con el alma más de lo que pude imaginar, y no basta con gesticular una sonrisa en mi rostro para expresar lo que siento, sino que es más importante la felicidad que han provocado en mi corazón y lo mucho que lo han alegrado con su simple presencia. Porque se identifican plenamente la sintonía de los pensamientos sin tener que provocarlos; porque me doy cuenta que para que este loco exista, se necesitan de más que lo mantengan así, y eso es lo que soy, un loco de la vida que espera comérsela en pequeños bocados, y ustedes han sido parte importante para que siga siendo lo que soy.

Gracias infinitas por aparecer en mi vida. Gracias por ser como son. Gracias por conservarme en sus vidas y por seguir en la mía.

Si algún día falto, sepan que forman parte de las mayores alegrías de mi existencia.

"Que sus futuras alegrías no maten mi recuerdo, pero que mi recuerdo no mate tampoco sus futuras alegrías". Anónimo

Dedicado a C.F, N.E y C.B

Lo que no puedo decirles con palabras... se los digo con el corazón. 

martes, 17 de julio de 2012

Dirección...




Camino de la mano con mi sombra, aletargada por el paso de la luz.

Camino sin sentido en esta espesa niebla,
deteniendo mi marcha, atrasando mi llegada,
susurrando a cada paso "¿a dónde vas?".

La quietud de mi entorno, enmarca el cuadro perfecto hacia el reposo;
más allá de mis sueños, la soledad es la única que me sigue,
que me alienta, que me mueve.
Es por ella que disfruto del caos,
sin tener que arrastrar a alguien más;
es ella y yo, acompañados de la silueta
que deja mi débil cuerpo por el camino.

"¿A dónde voy?", es la pregunta del presente,
con todo el peso que sobre eso recae,
me cuestiono al paso de las noches.

"¿A dónde voy?", es el pensamiento que se apodera
de mi mente, es la clave para mi mañana.

domingo, 15 de julio de 2012

Y de nuevo aquí

Con cautelosa sinceridad, no debería de estarme lamentando, ni buscando un pretexto con la mirada en el suelo: fue el producto de mi inmadurez, así de simple.

Parece como si fuese ayer: el mismo camino, el mismo hecho, el pésimo resultado, el mismo sentimiento. No busco cobijo en el consuelo, mucho menos unos brazos de sabiduría; quizá lo que necesito es el regaño de la tiranía, que sin dejar de serlo, siempre tiene una dirección a seguir, un régimen marcado y una disciplina inquebrantable.

No soy más aquel que pensaba y soñaba ser; me he dado cuenta que he vivido dentro de una nube que no me permite ver más allá de mi horizonte. Eso no significa que trunque mi sendero hacia la claridad, ni que baje los brazos en esta agonía, sólo es una piedra que ha detenido el avance momentáneamente.

Momentáneamente... ya es una palabra y una acción que comienza a marcar mi vida; momentos, instantes, lapsos, claro está que los disfruto cuando son bañados por la alegría, la satisfacción y la buena compañía, pero están esos otros, aquellos como el de este presente, estos que me desalientan a dar un paso hacia adelante. Insisto, no es la culpa del destino que tenga estos instantes malos, sino de una ingenuidad y la falta de voluntad las causantes de mi nuevo y viejo fracaso.

Con sabiduría, si quiero un mejor futuro, es mejor que actúe el día de hoy y no en el mañana. No puedo desperdiciar más vida de la que la vida misma se ha tomado. El futuro me alcanzó y es lo que más me pesa... dejar a un lado el ocio para darle paso al activismo. 

Ojalá algún día pueda ser lo que antes fui...

viernes, 2 de diciembre de 2011

Quiero casarme contigo; vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos, darte los buenos días, compartir mi desayuno y despidiéndonos para irnos a trabajar; llamarte 2 ó 3 veces en el transcurso del día, y por la noche llegar a casa, quizá en una de ellas, pueda sacarte a cenar.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos y que los días no se hagan rutina, que se vivan con el mayor de los empeños; llegar al fin de semana, poder visitar a nuestras respectivas familias o conservar esos días para nosotros dos.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos mientras planeamos expandir nuestros genes en seres hechos de los dos; verlos crecer y disfrutarlos. No todo será lindo: se enfermarán, llorarán, quizá uno que otro día nos saquen canas verdes pero a final de cuentas los amaremos cada segundo que pase.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos, ver los frutos crecer y al final, esperar nuestros últimos días, uno al lado del otro. Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos. 

(A mi musa)

jueves, 20 de octubre de 2011

Belleza

Te creí odalisca noble y yo observador pasivo.
Nadie me orilló al espectáculo,
fueron mis alas las que me llevaron a tal recinto
sin saber las consecuencias.

Eras sincera, eso lo reconozco
pero el veneno surtió efecto antes de lo previsto;
quizá no fue tu intención,
ni la malicia de tus movimientos,
quizá no has imaginado el desastre,
o quizá soy yo quien deba dejar el placebo.

Comúnmente me sumerjo en vasos de agua,
tratando de no ahogarme en ellos;
presiento que esta es una ocasión similar
en donde todo debería de ser
tan diminuto y con poco interés,
que las palabras son ya un riesgo.

La culpa no es tuya
sino de una vida contemporánea mal comenzada.
Te deslindo de mis males,
los cuales tu belleza han ocasionado;
sigo mi rumbo incierto y hostil
buscando objetividad y experiencia;
sigue el tuyo tal como lo has hecho,
pues no seré el único con tu pasión por dentro.

Desierto

Si pudiera entender mi realidad, no estaría escribiendo esto. Es tan complejo y tan problemático el sentido que le doy a mi propio entendimiento, que una vez más me veo en la penosa necesidad de escribir en un trozo de papel, introducirlo en una botella de vidrio y arrojarla a la inmensidad de la arena: estoy en medio del desierto.

Las nubes se vuelven fluorescentes al ocaso, se llenan de tonalidades que van desde los rosas, hasta los naranjas; así quisiera que fuera mi mente y mis pensamientos, que en algún momento de mi día, se iluminaran de colores y así poder saber mi presente, más que mi futuro.

La clave parece ser tan sencilla, que me niego a creerla así, y es que tengo una hipótesis muy fuerte, pero que mi alma no concibe: el ser lo que soy sin querer aparentar y mucho menos ser algo y alguien que no existe. Quizá mis palabras parezcan tan atropelladas y sin sentido, pero si supieras lector la vorágine que tengo por dentro, entonces comprenderías cada una de ellas.

Me encuentro en medio del desierto, sin saber qué dirección tomar; lo único que veo son dunas, una tras otra, como si fueran hermanas, creadas de la misma materia. Aquí, arrojo mis lágrimas y mis pensamientos al cielo, buscando una respuesta que me dé entendimiento y me brinde la señal necesaria que debo tomar; aquí con todas las fuerzas que me quedan hablo con mi entorno, aquel que parece no escucharme; aquí es donde comienza mi camino, ese que no sé; es aquí donde acudo al socorro más que a la benevolencia, para encontrar lo que alguna vez tuve y que hoy considero perdido.

¿Cómo saber que soy? ¿cómo saber para qué fui creado? ¿cómo argumentar a esta soledad que sólo es un espejismo, y que en verdad hay algo detrás de mi? Necesito fuertemente una señal, y el primer paso para conseguirla, es saber que no llegará de la nada.

sábado, 15 de octubre de 2011

Sin conocerte

Y sin imaginarlo, te vi frente a mí
callada y serena,
serena y tranquila,
me decías todo con tus ojos
aquellos que no puedo olvidar.

Tomaste mi mano y acurrucaste tu frente en mi pecho,
sentía la ternura emanar de tu corazón;
no supe qué decir,
no supe qué hacer,
sentía sólo esa sensación de amor en mi cuerpo.

Alguien me hablaba pero no era tu voz,
no sé que decía, no enfocaba su atención;
mi predilección era tu cuerpo,
era tu rostro, eran tus ojos.

Te recuerdo con sólo verte,
estabas ahí, cayada y serena,
serena y tranquila,
y yo… soñaba contigo en un buen día.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El principio del vuelo

[...]
Ambos preparados. Ambos sabían que había un Universo por alcanzar. Él en la lejanía, tú en la torre, dispuesto a ayudar.


Era un día como los demás; el astro rey deambulaba hacia su despedida, ya se divisaba entre aquellas montañas que enmarcan el horizonte, ya su resplandor no cegaba, ya sus rayos dejaban de iluminar el valle verde, ya daba paso al despertar de las lunas y a la soledad del mundo.

El viento estaba apaciguado, como queriendo dar calma, como queriendo dar cobijo, como preparando el escenario propicio; así él, inesperado pero presente en grandes acontecimientos.

El momento llegó; a lo lejos se vislumbraba una estela brillante, salida de la misma tierra y con dirección ascendente. Era él, tu semejante, que sin apartar los ojos del firmamento, subía con gran rapidez. Con el rostro fúrico, con los puños marcados, con el cuerpo vivo, más vivo que nunca, con un alma pasional que jamás había demostrado. Encumbraba su vuelo hacia las estrellas, aquellas que le brindaban un sueño prometedor; subía con tal apuro que por momentos olvidaba el objetivo, sólo la meta le importaba: así se percibía, así se dejaba escuchar su corazón y pensamientos, así lo veía yo, así lo veías tú listo para acompañar su travesía.

Desde acá, yo junto a ti, insistiéndote en frenar tal insensatez de volar con los ojos vendados hacia un futuro no razonado, pero como siempre, el ímpetu y las ganas que emergen de tu espíritu suelen ganar batallas no llegadas.

Ya estabas listo, ya estabas cuerdo y recuerdo ver en tu rostro esa sed por conocerlo de cerca, tanto que se unirían en uno sólo. No sé a qué distancia se encontraba ya él, pero sin demora tú comenzaste el rito; desplegabas tus negras alas maltrechas y las movías con tal fuerza, que el viento mismo se hizo presente a nuestro alrededor. Yo retrocedí cegado por el cúmulo de polvo nacido de tal acontecimiento, pero te vi despegar los pies del suelo, lenta, muy lentamente ascendías: quizá unos pocos centímetros de momento, que a la postre se convirtieron en metros.

Incrédulo te veías; asombrado despertabas de un letargo emocional; sumergido ahora en esa furia que tu semejante llevaba, decidías al instante dejarnos atrás. ¿Cómo te explico lo que después aconteció? Un ruido seco y ensordecedor se percibió cuando de un segundo a otro te perfilaste al igual que él, hacia las estrellas, con tal velocidad subías hecho un rayo a su encuentro. Ahora tu cuerpo era de fuego, tu rostro de coraje y tu alma de benevolencia y felicidad. Aquellas alas muertas en inservibles por fin funcionaban, aleteos sólidos y con esmero te llevaban al punto de encuentro.

El cielo se iluminaba ya no por el Sol, sino por aquellas dos líneas de fuego que iluminaban parte del mundo. Eran ustedes quienes se proponían una meta, eran ustedes quienes lo lograrían, aunque eso les tomara un poco de tiempo. Subían tan rápido como les era posible, pero hay que reconocer que un escape como ése no se logra en un par de instantes; les tomo el tiempo indicado para ese anhelado encuentro. No puedo describir lo que ahí sucedió puesto que mi cuerpo físico no los acompañaba. Pero en cierto momento, las dos líneas se unieron en una, como un solo corazón buscando desesperadamente el latido. Así se dejaban ver más allá de las primeras nubes, más allá de las segundas nubes, más allá de la gravedad de este planeta. Se habían fusionado en uno sólo y el ascenso fue más rápido, no así el fuego que los envolvía.

Los veía alejarse tan rápido como mis ojos lo pudieran notar; de la centella que dejaban, emanaban ciertos escombros incandescentes, aquellos que caían como bolas de fuego por todos lados. Era una batalla no entre ustedes, sino por y para ustedes.

Todo parecía haber tenido éxito, se encontraban muy lejos, ni siquiera tú te pudiste imaginar que tan lejos llegaste Ícaro, pero… hasta ese momento, la pasión y la sed del triunfo gobernó, dejaron paso a la incertidumbre y la desgracia imperó.

Un estallido fue quien me dio señal de que todo había terminado y de la peor manera. La oscuridad del cielo se vio interrumpida por esa situación; eran dos bolas de fuego las que se apartaban la una de la otra y peor aún, comenzaban un regreso, comenzaban un retorno, comenzaban el descenso. Los vi alejarse envueltos en llamas, consumidos por el cansancio y la desesperación; los vi muriendo mientras caían en un intento fallido por alcanzar la meta; los vi en un momento tan lejos que me tomaría demasiadas lunas encontrarlos a cada uno.

El viento calló, mi corazón también. Juntos percibíamos un desastre poco esperado. El fracaso había llegado y ustedes eran protagonistas de la historia. Recuerdo que el acontecimiento ocurrió más deprisa que el ascenso; a él lo dejé de ver ya que su final lo encontró más allá de mi vista, se perdió en la nada, se perdió en el cielo, se perdió envuelto en llamas. Tú, sólo escuché que la tierra retumbaba y se iluminaba de un naranja deslumbrante.

Te creí muerto; te creímos muerto. Una caída y un fracaso así no tenían más opciones. Ahora me encuentro aquí contigo, contándote lo que fue el principio del vuelo.