lunes, 31 de enero de 2011

Alguna vez alguien me preguntó…

“¿Cuál es tu misión en la vida?”

Y respondí:

“Sembrar una semilla en el desierto y saber que crecerá hasta convertirse en un árbol. En primera instancia, tendré que no pecar de ignorancia en el oficio de un botánico, de un jardinero, de aquel que sepa de suelos y de condiciones ambientales así como meteorológicas. Me prepararé con todo lo que hay que saber. Una vez en mis manos dicho conocimiento, me aventuraré en el desierto, cavaré un hoyo y depositaré la semilla; la cuidaré y le daré condiciones favorables para su crecimiento.

Sabré que estoy realizando un buen trabajo el día en que perciba con todos mis sentidos que esa semilla ha nacido, como una planta en el principio, y el tiempo se encargará de transformarla en un árbol, fuerte y grande. El mismo tiempo quizá no me dé la oportunidad de verlo como tal: un árbol tarda muchos años en formarse y mi vida no tendrá tantos como para estar ahí.

Escúchame –mencioné- si cada ser se aventurara a sembrar una semilla en el desierto, este mundo no sería lo que hoy es y entonces nada quedaría rezagado en la transformación de la propia imaginación: cada propósito y cada sueño se vería desarrollado, quizá no lograrían la culminación, pero si por lo menos el intento se pudo haber hecho y la gratificación personal de haber hecho algo en esta vida como para ser recordado: nunca olvidado."

martes, 18 de enero de 2011

...en mí.

Cierro los ojos al anochecer y estoy seguro que es un desperdicio de visión. Poco a poco el hundimiento de mi subconsciente se hace notar: ha cambiado lentamente la maravillosa monotonía que poseía antes y me está costando mucho el adaptarme a mi nueva situación.

Sé que los cambios son inevitables y muchos de ellos son para bien; los otros, los malos, los considero experiencias que nos ayudarán a fomentar la sabiduría que podamos poseer, de esta manera aplicamos conocimientos cada instante de nuestras eternidades, pero me asfixio en la soledad de un mundo opuesto a lo que soy.

Aquella otra soledad que emergía como ave en las nubes, aquella sustancial en el tiempo pasado, aquella soledad que me invadía muchas lunas atrás, me era más soportable y amigable, tanto que la podía digerir en ese entonces: planeando y siempre soñando, realizando acciones y pensando en ideas descabelladas, no había nada que perder. Ese estado era soportable.

Ahora me veo obligado a abandonar, a renunciar, a olvidar… y ya no puedo hacerlo.

Me encuentro de rodillas, con las manos y la mirada en el piso, mi respiración es agitada, exhausta, jadeante. Mi sudor es tanto que algunas gotas caen de mi rostro, de mis brazos, de mi cuerpo. Estoy muy cansado.

Sé lo que pasa, estoy pleno en conocimiento para saber lo que sucede y sucede que me encuentro en la batalla entre mi realidad y la de él. No es fácil ocultar que las proximidades de un acontecimiento importante, hacen estragos en los dos y es que no es para menos, la preparación y la dedicación es fundamental para sortear de buen modo el posible futuro catastrófico.

Sí, a veces los cambios son difíciles de sobrellevar, y más cuando la necesidad de algo o de alguien está en juego. Sí, nuestras necesidades se ven opacadas por esa dedicación y preparación que él necesita, pero como ya mencioné, ya no soportamos.

Es así, que me encuentro de rodillas y rendido ante el cansancio producido por… su conocimiento. De rodillas y rendidos nos encontramos ambos ante la deplorable situación de ya no poder respirar y es que no se necesita de aire para hacerlo, sino de esencias más sutiles no sólo para el olfato, sino para el propio corazón. Humillados y abatidos estamos ante la precaria situación de la poca capacidad que poseemos ante la gran y variable –monstruosa diría yo- sed de saber.

Sopesamos responsabilidades, planeamos estrategias, formulamos y medimos tiempos, pero ya todo es inútil. Sabemos que los méritos serán producto del mismo tiempo conjugado en la capacidad plena por aprender; aún así, hay necesidades y prioridades antes que todas las demás cosas.

Cierro los ojos al anochecer… y estoy seguro que fuera del castillo también hay lágrimas, iguales a las de él, pues lo he escuchado llorar noche tras noche y sé que sus penas son grandes. Pálido, sin ánimos, sin sentimientos, sin alma, muerto permanece ante el conocimiento y la renuncia al sueño ha pasado más de una vez por nuestras ideas. Necesito creer..

miércoles, 12 de enero de 2011

Quién seré...

Siempre supe quién fui.

La soledad atormenta el castillo; la brisa incontenible y fría deambula por cada torre, por cada balcón, por cada salón y llega a mí. Estoy aquí y ahora, inmerso entre la oscuridad y la nada, mientras que mi cuerpo yace inerte ante tantas y tantas ideas que no logro domesticar.

Pasmado por la complejidad de las cosas muero lenta y fríamente bajo el cobijo de un techo oscuro y no me atormenta. Siempre supe quién fui. Siempre he sabido de lo que estoy hecho, pero la compañía me ha hecho olvidar que mis huesos y carne no son más que letras y tinta despedida por un bolígrafo.

Siempre supe quién fui. La soledad es parte de esta atmósfera, de la cual ya me había olvidado, y es que las circunstancias ahora son tan idóneas que he regresado a un espacio para lo que fui creado. Ante el infortunio y despojo de lo que más quiero, me veo en la necesidad de abrir los ojos cuando el astro rey se va, dando paso a la contemplación de la bóveda celeste. Ahora pienso como pensé, ahora siento como sentí, ahora veo como antes vi, ahora sueño como antes soñé: pero mi sueño, el más real, se viene abajo ante tanto caos.

La cuestión no es saber quién soy, sino saber ¿quién seré? Y es que me veo rodeado de tantas letras y tantos pensamientos, que ahora comprendo que si esto sigue, si de verdad esto no cambia, entonces me veré en la triste, humillante y moribunda necesidad de abandonar mi presente feliz. No se puede respirar aire puro ante estas penosas circunstancias y tampoco se puede dejar vivir ante mis deplorables sueños.

Que la soledad me arrope, que el olvido me cobije, que mis pensamientos nuevos y viejos me destruyan, que mis sentimientos sean asesinados, que los tres en esencia estemos presentes, que mi pasado regrese, que mi futuro se construya, que muera mi corazón y que viva la necesidad por buscar aquel sueño tan difícil de alcanzar.

Siempre supe quién fui… más no sabré a ciencia cierta quién seré.