lunes, 19 de julio de 2010

Gaceta: "El socialista"

Tu mundo es raro mi estimado (a) lector. Al parecer sabía todo lo que hay que saber justamente de las acciones y estereotipos que comúnmente son sujetos a ciertas normas “sociales” y las cuales sobresalen en diferentes tipos de conjuntos en masa. Mis muchas lunas al parecer daban crédito a una estupenda sabiduría la cual sólo era cuestión de tiempo para sacarla, esparcirla y aplicarla en el mejor de los casos, pero uno nunca es sabio hasta que no realiza todos los menesteres de la educación, lo definiría simple y sencillamente como: teoría y práctica.

Mis teorías, si es que las tuve, las tengo o las tendré, eran relativamente útiles únicamente en ciertos manejos intelectuales, descifrar ideas y pensamientos, consumirlos en mi interior y después plasmarlos en forma de palabras, me era relativamente fácil, cuestión de niños, suelen llamarlo; saber qué es lo que realizan las grandes masas y aventurarme en realizar un pronóstico acertado de lo que sucedería era un pequeño reto casi siempre acertado que dejaba gozo en mi interior, pues tenía cierto control de las cosas sólo con pensarlo. No realizaba nada del otro mundo, lo que hacía lo puede hacer cualquier mortal que se lo proponga, basta con tener un manejo adecuado del futuro siempre presente en nuestras acciones y un pequeño enfoque del conocimiento antes adquirido: eso era lo que formulaba yo, futuros adelantados en hechos que casi siempre terminan de la misma manera. Pero me di cuenta de una diminuta cosa: “si no practicas y no tienes conocimientos de teorías, difícilmente podrás seguir…”

Mis teorías se vieron opacadas por aquel día no tan lejano en el que se me promovió a vivir en tu mundo lector (a). Tenía la certeza de que fuese un día y una luna común y corriente, como los que suelen pasar en mi pequeño mundo, pero fue completamente un error. Al recordar, todo fluía conforme a lo planeado, nada fuera de lo común, todo parecía en orden y sin contratiempos, sin sorpresas, sin acciones no premeditadas: hasta que las mentes superiores en la práctica se presentaron.

Ahora mi reto era mayor, saber actuar conforme a lo estipulado ya no era una opción, tenía que modificar mis pensamientos a tal grado que pudiese convivir con aquellos que experimentan en etapas inferiores de la vida –tal como en el momento en el que él murió y yo nací-, tendría que fluir sigilosamente para poder adentrarme en ese otro mundo lleno de sentimientos y emociones, de nostalgias y alegrías; tenía frente a mí una nueva opción de cambiar mis ideas escasas hacia un punto en el que adquiriría más experiencia de ciertas cuestiones, manejarlas en un futuro y poder “controlar” de nuevo mi entorno y en cierta forma lo hice, pude adaptarme a aquello que me era desconocido, pude transformar mi cuerpo y mis alas en movimiento para maniobrar a lo que generalmente es, no sabiendo que más tarde nada de lo aprendido serviría.

Mencioné que me había adaptado a las normas que suelen llevarse a cabo, pero sólo fue a un nivel muy inferior, tan inferior como los cuerpos en crecimiento. Se presentó en esta ocasión algo mucho más superior que mis teorías y mis ideas, nunca lo vi venir, ni siquiera lo tenía planeado en tiempo y espacio; en primera instancia observe, después medite para finalmente razonar, parecía volverme a adaptar a este nuevo enfrentamiento en tu mundo lector. El evento era silencioso, asechaba a las presas tan cuidadosamente que nadie pudo pesar en un posible peligro y desmoronamiento, pero así sucedió.

Nada, absolutamente nada me ayudaba para este nuevo reto; la Luna no me acompañaba pues era sometida al exilio debido a las nubes de color gris. Las estrellas… ¿las estrellas?, las estrellas no existen en tu mundo lector: las matas cada día con tus acciones. Así que sólo me quedaba el viento, la lluvia y yo. Pero en parte ese fue el problema, yo no puedo ser yo en ese mundo, en tu mundo, en el de él, yo no existo para ciertas cosas que se requieren en la vida cotidiana de los mortales, no estoy apto –momentáneamente- para fluir en un mar de pensamientos y ese en principio, fue el acabose. Pero continúe, sin saber lo que me deparaba, actuaba cautelosamente intuyendo que así se debería actuar, seguía con los lineamientos de mis teorías que en ese momento más que en ninguno, asaltaban mis pensamientos una y otra vez, al parecer tenía cierto control de mí, hasta que se presentó el evento frente a mis teorías: teoría versus práctica.

¿Cómo explicarte lo que se moldeaba? Ahora ya no servía de nada el pensar, no tengo tutoriales para enfrentamientos de ese tipo; ya lo habían dicho antes, sólo que con otro sentido, pero es buen parlamento para plantearlo:

Pienso, luego existo…
Descartes

Ese era un punto fundamental en el embrollo que me asfixiaba: si no puedo pensar, mucho menos existir; me dejaba llevar por la poca intuición que me quedaba, pero era tan inferior que pronto quede fuera del combate. Ganador: la práctica.

No me culpo, y mucho menos a él, sabemos que somos parte de otro concepto de seres, que no tienen ni la más remota idea del cómo actuar frente a circunstancias lejanas, sólo la teoría nos acompaña, pero como mencioné al principio de esto, sin teoría y sin práctica juntos, difícilmente se ganará una batalla.

Es así que me vi poco tiempo después frente a una montaña con estrellas iluminándolo, tus estrellas lector son menos hermosas que las mías en mi cielo, pero aún así reconozco que fueron buena compañía para meditar, meditar sobre lo ocurrido, sobre lo que me aconteció en tu mundo, sobre lo que puede volver suceder, sobre lo que nunca estuve preparado. Sólo, solo me vi ante la noche, y el viento que refrescaba mis alas era oxígeno para mis pensamientos; la lluvia, líquido para mi memoria, y de nuevo yo… mientras alguien más detrás de mí ponía en práctica lo practicado: práctica versus practica, no hay que pensar mucho para saber que era un empate y dos seres contentos… muy contentos.

Es así como concluyo lectora, que mi poca “práctica” pone en peligro toda, repito, toda relación social, mi escaza existencia no basta para vivir en tu mundo; confieso que hubo emoción ante un evento nuevo, pero desolación ante el fracaso.

Momentáneamente estoy construido para escribir bajo las líneas del pensamiento, y no sobre las líneas de lo social: debería de atemorizarnos.

viernes, 9 de julio de 2010

+¿Quieres hablar de lo sucedido?

-No. ¿Para qué recordar los momentos malos?

+Todo resulto bien después de la catástrofe ¿no?

-Tuve miedo, demasiado miedo a lo que pudiese haber pasado.

+Pero lo manejaste correctamente, fue lo importante.

-¿Dónde estuviste cuando más te necesité?

+…

-Él me dijo que estabas bien, pensé que te había hecho daño.

+No lo hizo. En ciertos momentos necesito pensar, tal como lo haces tú.

-¿Pero dónde estabas? ¿Cuál es tu escondite?

+No mi querido Ícaro, yo no tengo escondites, no me ocultaba, sólo callaba dentro de tus pensamientos; me apartaba de ti por un tiempo, tiempo necesario para que maniobraras solo dentro de este castillo.

-Afortunadamente no me dejé dominar por él, tropecé fuertemente y casi caigo. Hubo daños que me hicieron estremecer; el castillo casi colapsa e hice sufrir a mi mayor tesoro, poco me importaría si el castillo se derrumba, pero mi tesoro, mi preciada vida convertida en musa, ella no: ella me importa más que cualquier otra cosa en este mundo en el que habito, todo daría por ella.

+Lo sé. Nunca hemos visto a semejante doncella tan fuerte y comprensiva ¿no es cierto?

-Es más que cierto. No habrá nadie como ella.

+Tu corazón guarda alegría, lo puedo sentir.

-Es amor lo que conserva fielmente; es pasión y emoción ante la presencia de semejante ninfa.

+Sabes cómo expresarlo ¿no es cierto?

-Con palabras, mis humildes palabras que conmocionan mi poco y nulo vocabulario.

+Entonces cuéntame en pensamientos, quiero escuchar al viento hablar por ti; el día es perfecto, no se puede ver el Sol, pero las nubes color gris y este aroma a tierra mojada es señal de momentos de inspiración. Callaré para sentir la briza, sólo así podré escuchar el grito de tu corazón…

El grito de mi corazón

Ya no me basta mirar al cielo para verte en pensamientos, es demasiada mi dependencia a ti que comienzo a pensar que me vuelvo loco con cada segundo que pasa en esta vida y es que eres tan fuerte como una droga, droga que consume mi inspiración y me hace caer en lo más profundo de la necesidad. Es inimaginable lo que puedes hacer con tan sólo existir, no necesito otra cosa más que tu presencia para sobrevivir en este mi mundo.

¿Qué has hecho de mi, vida hermosa? Deambulo en las noches por los pasillos de mi palacio que se cubre de tinieblas y oscuridad cuando el Sol está muerto, pero no me hace falta la luz para pasearme por ellos, pues mi corazón irradia ese destello intenso que tienen las almas que aman, y por lo tanto, puedo ver más allá de las turbias nubes que rodean mi cuerpo y mi ser. ¿Qué me has hecho amada mía para que yo sea esclavo tuyo por la eternidad?

Tiempo atrás, pensé que sería un triste y desconsolado moribundo en el tiempo y espacio, pues estaba condenado a la soledad que no me era indiferente. Me encontraba inmerso en mis propios pensamientos y era rehén de la manipulación de mis acompañantes, simplemente era un muerto que respiraba y veía pasar la vida frente a sí; no era para menos tal tragedia, ciertas circunstancias que no valen la pena recordar, hicieron de mí todo aquello que mata la vida misma en un segundo, era, sin más ni más, un muerto que pensaba en un futuro lleno de melancolía y palabras sin sentido. Nunca hubiese pensado que alguien tan especial sería capaz de revivirme.

Primero te contemplaba de lejos, muy lejos, allá en donde los valles son hermosamente verdes y en dónde el cielo es pacífico. Poco a poco volaste cerca de mi hogar, mi castillo, e hiciste maniobras que exaltaban mi corazón: ¿cómo no enamorarme de ti? Si cada suspiro que emanaba ahora tenían sentido. Me atrapaste en ese juego de cortesía en el que yo era el plebeyo y tú la perteneciente a la nobleza, a partir de ese entonces cambiaría mi desdichado destino inmundo en el que existía.

Me tomaría demasiadas lunas contar toda nuestra travesía en este vaivén de amor, pero puedo resumir con el corazón pleno y lleno de felicidad, que has sido lo más grandioso que pudo haberse atravesado en este enrarecido camino mío que tengo por vida.

Nadie en el pasado, pudo quererme de la manera como tú lo haces; nadie me aceptó de la forma en que tú lo haces; nadie pudo decirme palabras sagradas de la forma en que tú las dices; nadie… nadie… no conocí nunca a nadie que se tomara el atrevimiento a mirarme a los ojos firmemente.

El castillo lo sabe, las sombras dentro de él lo saben, el viento lo sabe, la luna y las estrellas lo saben: iré eternamente a donde tú me digas, pues nunca escuché de ninguna ninfa palabras tan serias y con gran valor que el estar a su lado, sería una opción más que certera. Así pues, eterno amor mío, sabedora de que mi corazón está pleno, haz de mi lo que correcto creas; por mi parte, seguiré cada indicación que tú me mandes, absolutamente todo lo haré por ti, a acepción de una cosa: dejar de amarte.