jueves, 18 de noviembre de 2010

Alegría


Los pájaros cantan, los escucho muy bien: pero estoy entre “ellos”.

Por este mundo, y por el tuyo, lector, descubro día a día facetas que me sorprenden, pero que tienen relación con mi insignificante alma. Tal es el caso de tus voladores; aquellos que sucumben en cuerpo pero que extraen de sus corazones las alas que todos alguna vez tuvimos.

Los vi llegar y sonreí. Los vi trepar y sonreí. Los vi en lo alto y sonreí. Los vi prepararse para cruzar los cielos y sonreí. Tu mundo es más que magnifico, y no sólo él, sino cada célula que lo compone: cada célula es un individuo. Sé que hay demasiados cuervos que también vuelan; sé que hay carroñeros como buitres y otros seres que infectan las mentes de los demás, pero déjame hablarte de tu parte buena, de tus seres preciados, de lo que vi y me contagió el alma de felicidad.

Me encontraba abajo, como cualquier otro día, paseando por el verde prado, cuando se acercaron, ellos, tus voladores, tus otros voladores de fuertes cuerpos y de corazones titanes. Ya no tenía otra cosa que hacer, más que observar.

Serenos, muy serenos permanecían quietos en el suelo, realizando rituales a los ancestros del cielo. Lentamente vi crecer aquellas alas que no tenían en un principio, eran mágicas, eran hermosas, eran deslumbrantes; uno por uno fue emprendiendo aquel vuelo hacia la lejanía de la tierra. Es hermoso verlos lector, volaban con gran agilidad, desplazándose por todo el aire, estremeciendo las nubes a su paso, doblando sus cuerpos de tal manera que hacían figuras inimaginables allá arriba.

La complejidad fue creciendo al pasar el tiempo. Yo, como fiel espectador, no dejaba de sorprenderme; eran tan perfectos, que por un momento cerré los ojos… los cerré levemente… los cerré un instante… los cerré… para poder soñar…

Ahora tengo alas, y surco los aires, me han permitido volar junto a ellos. Siento el aire que pasa y recorre todo mi cuerpo, una sensación de libertad me invade. ¡Puedo volar! Sé que puedo volar. Lo hago ahora mismo. Esa libertad llena todos los poros de mi cuerpo, es raro, lo sé, pero mis brazos son guiñapos ahora; no necesito de un cuerpo si tengo alas, alas que me han otorgado por este instante. Me he convertido en uno más y a la vez en algo diferente, he de reconocer que no tenía esta habilidad antes y me da miedo seguirla teniendo.

Aquellos surcadores del cielo son maestros, son perfeccionistas de su propio espíritu y por ello es que son capaces de dominar ese territorio. Y para ser sinceros, mi espíritu no es algo que esté completo en estos momentos.

Aún así, me involucré entre los pájaros que cantan sin silbar; aún así, sentí el aire en mi rostro; aún así, volé entre maestros con sólo cerrar los ojos; aún así, ellos me permitieron soñar una vez más.

Lector, tu mundo es más que sorprendente; quisiera hacer tantas y tantas cosas con unas alas como las tuyas, pero no me es posible, las mías se dañaron. Es por eso que te escribo con el corazón: no permitas que ésta tu casa se destruya, constrúyela sin dañar más, piensa en los demás seres que también la habitan, todos en conjunto podrán vivir en una manera respetable.

Yo, por mi parte, seguiré soñando no sólo con los ojos cerrados; construiré ideas para que me lleven a tener unas alas igual a las tuyas. La pesadumbre y la negatividad a veces me invaden, pero por dentro tengo un corazón más fuerte que eso, y es él y ella, mi musa, los que me inspiran confianza y ganas de seguir. Prometo lector, que algún día volaré como tus otros voladores, los volveré a ver de cerca: serenos en la tierra, pero felices en el cielo.

Tu magia, mundo, mundo mío, me despierta las ganas de vivir; no permitas que sueñe cosas con maldad, más sin en cambio, lléname de entusiasmo, de felicidad, de aire que atraviesa estos humildes poros, sólo de esa manera podré sentir el máximo de mis instintos y sentimientos. Cúbreme pues de lo bello de la vida, de tu vida, de su vida… y así podre compartirte mi eterna… alegría.

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