viernes, 2 de diciembre de 2011

Quiero casarme contigo; vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos, darte los buenos días, compartir mi desayuno y despidiéndonos para irnos a trabajar; llamarte 2 ó 3 veces en el transcurso del día, y por la noche llegar a casa, quizá en una de ellas, pueda sacarte a cenar.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos y que los días no se hagan rutina, que se vivan con el mayor de los empeños; llegar al fin de semana, poder visitar a nuestras respectivas familias o conservar esos días para nosotros dos.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos mientras planeamos expandir nuestros genes en seres hechos de los dos; verlos crecer y disfrutarlos. No todo será lindo: se enfermarán, llorarán, quizá uno que otro día nos saquen canas verdes pero a final de cuentas los amaremos cada segundo que pase.

Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos, ver los frutos crecer y al final, esperar nuestros últimos días, uno al lado del otro. Quiero vivir a tu lado, en una casa sólo para ambos. 

(A mi musa)

jueves, 20 de octubre de 2011

Belleza

Te creí odalisca noble y yo observador pasivo.
Nadie me orilló al espectáculo,
fueron mis alas las que me llevaron a tal recinto
sin saber las consecuencias.

Eras sincera, eso lo reconozco
pero el veneno surtió efecto antes de lo previsto;
quizá no fue tu intención,
ni la malicia de tus movimientos,
quizá no has imaginado el desastre,
o quizá soy yo quien deba dejar el placebo.

Comúnmente me sumerjo en vasos de agua,
tratando de no ahogarme en ellos;
presiento que esta es una ocasión similar
en donde todo debería de ser
tan diminuto y con poco interés,
que las palabras son ya un riesgo.

La culpa no es tuya
sino de una vida contemporánea mal comenzada.
Te deslindo de mis males,
los cuales tu belleza han ocasionado;
sigo mi rumbo incierto y hostil
buscando objetividad y experiencia;
sigue el tuyo tal como lo has hecho,
pues no seré el único con tu pasión por dentro.

Desierto

Si pudiera entender mi realidad, no estaría escribiendo esto. Es tan complejo y tan problemático el sentido que le doy a mi propio entendimiento, que una vez más me veo en la penosa necesidad de escribir en un trozo de papel, introducirlo en una botella de vidrio y arrojarla a la inmensidad de la arena: estoy en medio del desierto.

Las nubes se vuelven fluorescentes al ocaso, se llenan de tonalidades que van desde los rosas, hasta los naranjas; así quisiera que fuera mi mente y mis pensamientos, que en algún momento de mi día, se iluminaran de colores y así poder saber mi presente, más que mi futuro.

La clave parece ser tan sencilla, que me niego a creerla así, y es que tengo una hipótesis muy fuerte, pero que mi alma no concibe: el ser lo que soy sin querer aparentar y mucho menos ser algo y alguien que no existe. Quizá mis palabras parezcan tan atropelladas y sin sentido, pero si supieras lector la vorágine que tengo por dentro, entonces comprenderías cada una de ellas.

Me encuentro en medio del desierto, sin saber qué dirección tomar; lo único que veo son dunas, una tras otra, como si fueran hermanas, creadas de la misma materia. Aquí, arrojo mis lágrimas y mis pensamientos al cielo, buscando una respuesta que me dé entendimiento y me brinde la señal necesaria que debo tomar; aquí con todas las fuerzas que me quedan hablo con mi entorno, aquel que parece no escucharme; aquí es donde comienza mi camino, ese que no sé; es aquí donde acudo al socorro más que a la benevolencia, para encontrar lo que alguna vez tuve y que hoy considero perdido.

¿Cómo saber que soy? ¿cómo saber para qué fui creado? ¿cómo argumentar a esta soledad que sólo es un espejismo, y que en verdad hay algo detrás de mi? Necesito fuertemente una señal, y el primer paso para conseguirla, es saber que no llegará de la nada.

sábado, 15 de octubre de 2011

Sin conocerte

Y sin imaginarlo, te vi frente a mí
callada y serena,
serena y tranquila,
me decías todo con tus ojos
aquellos que no puedo olvidar.

Tomaste mi mano y acurrucaste tu frente en mi pecho,
sentía la ternura emanar de tu corazón;
no supe qué decir,
no supe qué hacer,
sentía sólo esa sensación de amor en mi cuerpo.

Alguien me hablaba pero no era tu voz,
no sé que decía, no enfocaba su atención;
mi predilección era tu cuerpo,
era tu rostro, eran tus ojos.

Te recuerdo con sólo verte,
estabas ahí, cayada y serena,
serena y tranquila,
y yo… soñaba contigo en un buen día.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

El principio del vuelo

[...]
Ambos preparados. Ambos sabían que había un Universo por alcanzar. Él en la lejanía, tú en la torre, dispuesto a ayudar.


Era un día como los demás; el astro rey deambulaba hacia su despedida, ya se divisaba entre aquellas montañas que enmarcan el horizonte, ya su resplandor no cegaba, ya sus rayos dejaban de iluminar el valle verde, ya daba paso al despertar de las lunas y a la soledad del mundo.

El viento estaba apaciguado, como queriendo dar calma, como queriendo dar cobijo, como preparando el escenario propicio; así él, inesperado pero presente en grandes acontecimientos.

El momento llegó; a lo lejos se vislumbraba una estela brillante, salida de la misma tierra y con dirección ascendente. Era él, tu semejante, que sin apartar los ojos del firmamento, subía con gran rapidez. Con el rostro fúrico, con los puños marcados, con el cuerpo vivo, más vivo que nunca, con un alma pasional que jamás había demostrado. Encumbraba su vuelo hacia las estrellas, aquellas que le brindaban un sueño prometedor; subía con tal apuro que por momentos olvidaba el objetivo, sólo la meta le importaba: así se percibía, así se dejaba escuchar su corazón y pensamientos, así lo veía yo, así lo veías tú listo para acompañar su travesía.

Desde acá, yo junto a ti, insistiéndote en frenar tal insensatez de volar con los ojos vendados hacia un futuro no razonado, pero como siempre, el ímpetu y las ganas que emergen de tu espíritu suelen ganar batallas no llegadas.

Ya estabas listo, ya estabas cuerdo y recuerdo ver en tu rostro esa sed por conocerlo de cerca, tanto que se unirían en uno sólo. No sé a qué distancia se encontraba ya él, pero sin demora tú comenzaste el rito; desplegabas tus negras alas maltrechas y las movías con tal fuerza, que el viento mismo se hizo presente a nuestro alrededor. Yo retrocedí cegado por el cúmulo de polvo nacido de tal acontecimiento, pero te vi despegar los pies del suelo, lenta, muy lentamente ascendías: quizá unos pocos centímetros de momento, que a la postre se convirtieron en metros.

Incrédulo te veías; asombrado despertabas de un letargo emocional; sumergido ahora en esa furia que tu semejante llevaba, decidías al instante dejarnos atrás. ¿Cómo te explico lo que después aconteció? Un ruido seco y ensordecedor se percibió cuando de un segundo a otro te perfilaste al igual que él, hacia las estrellas, con tal velocidad subías hecho un rayo a su encuentro. Ahora tu cuerpo era de fuego, tu rostro de coraje y tu alma de benevolencia y felicidad. Aquellas alas muertas en inservibles por fin funcionaban, aleteos sólidos y con esmero te llevaban al punto de encuentro.

El cielo se iluminaba ya no por el Sol, sino por aquellas dos líneas de fuego que iluminaban parte del mundo. Eran ustedes quienes se proponían una meta, eran ustedes quienes lo lograrían, aunque eso les tomara un poco de tiempo. Subían tan rápido como les era posible, pero hay que reconocer que un escape como ése no se logra en un par de instantes; les tomo el tiempo indicado para ese anhelado encuentro. No puedo describir lo que ahí sucedió puesto que mi cuerpo físico no los acompañaba. Pero en cierto momento, las dos líneas se unieron en una, como un solo corazón buscando desesperadamente el latido. Así se dejaban ver más allá de las primeras nubes, más allá de las segundas nubes, más allá de la gravedad de este planeta. Se habían fusionado en uno sólo y el ascenso fue más rápido, no así el fuego que los envolvía.

Los veía alejarse tan rápido como mis ojos lo pudieran notar; de la centella que dejaban, emanaban ciertos escombros incandescentes, aquellos que caían como bolas de fuego por todos lados. Era una batalla no entre ustedes, sino por y para ustedes.

Todo parecía haber tenido éxito, se encontraban muy lejos, ni siquiera tú te pudiste imaginar que tan lejos llegaste Ícaro, pero… hasta ese momento, la pasión y la sed del triunfo gobernó, dejaron paso a la incertidumbre y la desgracia imperó.

Un estallido fue quien me dio señal de que todo había terminado y de la peor manera. La oscuridad del cielo se vio interrumpida por esa situación; eran dos bolas de fuego las que se apartaban la una de la otra y peor aún, comenzaban un regreso, comenzaban un retorno, comenzaban el descenso. Los vi alejarse envueltos en llamas, consumidos por el cansancio y la desesperación; los vi muriendo mientras caían en un intento fallido por alcanzar la meta; los vi en un momento tan lejos que me tomaría demasiadas lunas encontrarlos a cada uno.

El viento calló, mi corazón también. Juntos percibíamos un desastre poco esperado. El fracaso había llegado y ustedes eran protagonistas de la historia. Recuerdo que el acontecimiento ocurrió más deprisa que el ascenso; a él lo dejé de ver ya que su final lo encontró más allá de mi vista, se perdió en la nada, se perdió en el cielo, se perdió envuelto en llamas. Tú, sólo escuché que la tierra retumbaba y se iluminaba de un naranja deslumbrante.

Te creí muerto; te creímos muerto. Una caída y un fracaso así no tenían más opciones. Ahora me encuentro aquí contigo, contándote lo que fue el principio del vuelo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El viaje (tercera parte) El comienzo del fin

Estás más allá de mis fuerzas alado amigo. Te he buscado durante lunas enteras y es momento oportuno para encontrarte en un mundo donde nunca estuviste perdido.

El despojos de una batalla ha mermado el paisaje y ahora es cuando debemos regresar. Vislumbro destellos de cenizas allá, donde los árboles están secos, donde el cielo te cubre de luces, donde hay fuego y olor a hierba quemada; es ahí donde te encuentro, es ahí donde yaces, es ahí donde espero encontrarte vivo y no extinto por el paso de la nostalgia más que del tiempo.

Camino sin secar, interminable; cansado troto lo más rápido que puedo, pero tú sabes que los años no pasan en vano y a este maltrecho esqueleto le sobran años, acumulados los guardo en el alma y en los huesos, en mis ojos y en los poros de mi cuerpo. Camino inundado por piedras, dificultan mi andar y es que una piedra es más peligrosa que una montaña a la cercanía: a la montaña la veo borrosa, a la piedra no la veo… ni siquiera borrosa.

Pudiera detener mis piernas y quedarme aquí, descansando, refrescándome, pero creo no me lo perdonaría yo mismo, a un amigo no se le hace esperar y mucho menos en tan crueles y moribundas circunstancias. Doy mi extra alado amigo, espero sepas valorar mi ímpetu pues me queda muy poco y temo que no sea el suficiente para regresar.

Ahí estas, envuelto en hojarasca seca; ya veo tus brazos, ya veo tus piernas, ya veo tu rostro: pero no veo tu alma. Por tercera vez, amigo mío, dame señales de ánimo, dame señales de vitalidad, dame señales de que aún eres y no has dejado de ser: en vano hiciera esta travesía si sucumbes ante un cielo estrellado y sin Luna.

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+Muévete por lo menos un poco…
+Mueve lo que te quede de cuerpo..
+Mueve lo que te quede de alma…
+Muévete y no me obligues a irme con la esperanza vacía.
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¿Por qué no me atiendes insensato? A metros estoy de ti y no me escuchas, ¿acaso debo de gritarte y bastonearte con el objeto que me mantiene en pie? ¡Qué mísero eres Ícaro! Mira que venir por ti y que tú ni siquiera me voltees a ver…

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-... esperaba algo así para poder pronunciar lo importante…

+¡Ícaro!

-… sigo vivo.

+Ahora no sé si creer a mis oídos o pensar que estoy yo también muerto y te veo en un paraíso cercano al cuerpo.

-…

+…

-Mientras decides, dame un poco de agua, que hasta mis compañeras de estancia, las plantas, beben del preciado líquido.

+Toma y satisface tu sed, comprendo las condiciones en las que te encuentras y negártela sería más que una cobardía.

-¿Por qué tardaste tanto en llegar?

+¿Por qué tardaste tanto en gritarme que seguías en algún lugar?

-Disculpa mi atropello.

+No hay cuidado; creo que tuviste tiempo para afinar tu sentido del humor.

-¿Qué tan lejos estamos de casa?

+Salí del castillo hace 180 lunas

-Demasiado lejos como para poder llegar mañana.

+Toma en cuenta que soy viejo.

-Demasiado lejos como para poder llegar pasado mañana.

+Si no te incomoda, te haré compañía en tu confortable lugar de descanso.

-Lo siento, has de venir muy cansado y yo aquí sin poderme mover. Pues… dónde gustes, cualquier sitio es bueno para morir.

+Bien, es cierto, yo caminando lunas tras lunas y tu aquí cómodamente. ¡Qué buen lugar eeh!

-Ahora lo importante: debes contarme todo lo que ha pasado.

+¡Qué gentil! No he cerrado los ojos ni cinco segundo y me pides contarte todo: en fin. ¿Listo?

-Cuando gustes: cuéntame el comienzo del fin.

martes, 30 de agosto de 2011

Vivir en tu mundo


Tú mundo y el mío, son muy diferentes lector.
Ciertas veces me pregunto el por qué de las cosas, como todo inexperto en la materia, me cuestiono infinidad de temas que me son ajenos y que por consecuencia me traen interrogantes.

Uno de ellos, es tu vida. Sí, tal cual la vives o la desvives. Me es complejo entender la forma en que te comunicas, en que te expresas, en que te sobre pones a los obstáculos que se te presentan a lo largo de tu existencia.

El socializar –es así como lo llaman- es la clave de todo esto. Parte de ahí el molde y la calidad de vida que lleva cada individuo de este planeta. Es el elemento, diría yo, esencial para la integración en la comunidad. Sin integración, acoplamiento o unificación, el individuo como tal sería un ser apartado de todo, y cuando menciono de todo, es de todo como espectro universal.

Es por ello, que esa unión en sociedad, les traen graves conflictos, porque a mi parecer, cada individuo lucha por sus propios objetivos, sus propias metas, sus propios logros son de él y para él. Meramente dicho ya antes por cierto ser llamado Thomas Hobbes (se aceptan correcciones), “el ser humano es egoísta por naturaleza…”, de este modo, el único bienestar para la sociedad es el bienestar que cada individuo por separado tenga: y caemos en un desacierto.

¿Acaso, lector mío, no pueden vivir entre sociedad sin pisar al de alado? Dejar de vivir sin la ley del cangrejo, en donde los demás jalan al que va aventajado.

Todo esto me causa confusión, desesperación, conflicto, melancolía. ¿No comprenden que cada uno de ustedes tiene el control, no sólo de sus vidas, sino la de los demás? Ese es el motivo por el cual este mundo, su mundo, es tan caótico; si bien es cierto que cada persona piensa diferente a otro, también lo es que son seres racionales, aunque para ser sincero, dudo ya de esto último.
El diálogo, el entendimiento y la tolerancia, son los factores y las vías adecuadas para una buena sociedad, en donde todos estén de acuerdo en un mismo objetivo y que a estas alturas de la situación mundial, debería de ser el de no extinguirse entre ustedes.

El motivo que me orilló a expresarme sobre este tema, fue que en un pasado las circunstancias me envolvieron en la soledad: aquella en donde mis pensamientos eran mi única compañía y vivía sin tantos conflictos. Ahora, situado y colocado entre ustedes, entre la información que corre como la velocidad supersónica, parece que todo fuera desastre. Si bien es cierto que hay muchos momentos rescatables, también lo es que hay demasiado conflicto y esto merma no sólo mi calidad de esperanza, realidad y sueños, sino la esperanza, realidad y sueños de cada uno de ustedes.

No pido entenderlos, no soy nada para hacerlo; pido que se entiendan y sobre ello construyan una sociedad: la sociedad que todos esperamos, pero que nadie se atreve a solidificar.