domingo, 21 de noviembre de 2010

¿Dudas?

Me encontraba en medio de la salón principal, aquel en donde no hay nada y a la vez hay todo, en donde no alcanzo a ver dónde comienza ni en dónde termina, sólo las múltiples antorchas en cada una de las dos paredes que la componen deslumbran la imaginación de mi pleno ser –hasta ese momento-. Es en este salón lleno de fantasías, en donde he tenido los más placenteros momentos de alegría; se desborda la pasión de las melodías que retumban en los extremos de la misma; sueño y juego a ser libre en mi mundo donde sólo hay ataduras y donde cada vez me oprimen más las alas para no poder volar; es en este lugar donde vivo por instantes en una burbuja de gratitud. Ese salón tan grande es donde paso mis días de paz… hasta que las tragedias suceden…

Un viento frío ha apagado las antorchas; el viento recorre mi cuerpo y mis alas marchitas; es frío, muy frío, me hace estremecer los huesos desquebrajados que ya poseía. No comprendo lo que pasa. Todo está obscuro y un silencio perpetuo impera ahora en la atmosfera. No hay luz, no están las sombras que me acompañaban y bailan conmigo, no hay aire respirable, todo es misterioso y estoy congelándome…

-¿Qué es lo que pasa?

+No lo sé…

-¿Por qué no hay luz?

+¿Lo sentiste?

-El viento es mi compañero, mi amigo, mi guía, pero cuando es frío entonces todo está mal

+Lo sé. Viento frío fue lo que apago las antorchas

-Necesito que estén encendidas: no veo nada.

+En un instante se prenderán de nuevo: relájate.

Permanecí quieto, muy quieto en el mismo lugar antes de que se apagara el fuego de las antorchas. Esperaba paciente a que de un momento a otro todo volviera a la normalidad… pero no sucedía nada. Lo poco que veía hasta ese instante me parecía turbio. Lo que respiraba comenzaba a enfriar mi interior, y entonces llegó la desesperación:

-Prende las antorchas ahora mismo…

+Sabes que no puedo hacerlo.

-No puedo ver nada, me congelo de pies a cabeza…

+Permanece tranquilo…

-¡No pudo! Me congelo.

+Respira lentamente. Con mucho cuidado y sin hacer ruido, siéntate en el suelo, que tus rodillas toquen tu pecho y con tus brazos rodea las mismas, pliega tus alas lo más que puedas y permanece así.

Así permanecía, pero esta quietud me mataba, mi desesperación comenzó a crecer y cuando uno se desespera por no saber lo que pasa, es cuando… las cosas malas surgen:

-Dime que también lo sentiste.

+Tranquilo.

-Necesito ver hacia todos lados…

+¡Permanece como te he dicho!

-Pero no puedo ver detrás de mí, sólo abarco 180 grados…

+No te muevas Ícaro.

-…

+Silencio.

-…

+Así.

-…

+…

-¡¡ ¿Qué es? !!

+¡No te muevas te he dicho!

-¡No puedo, tengo miedo!

+¡Relájate!

-¡¡¿Quién es?!!

+…

-¡Está en todos lados!

+Sólo haz lo que te digo y no te muevas Ícaro…

-¡No puedo! ¡no puedo!...

+¡¡¡ ÍCARO !!!

Enmudecí. No podía hablar ni gritar, mi voz se había ido. El ver me era inútil, todo estaba obscurecido. ¿Escuchar? No sé a quién escuche, pero eran rizas lejanas que rebotaban en los muros, como los de una niña. ¿Sentir? Estaba aterrado; permanecía en la posición que se me había indicado y sin moverme, pero las sombras saben que mi piel era un mar de sensaciones: todas de temor. No logro comprender nada. Nadie me acompaña, sólo esa siniestra cosa ennegrecida que pasa por mis costados una y otra vez; no tiene rostro y ni siquiera sé si tiene cuerpo, pero me hace daño cada vez que pasa junto a mí.

-…

+Tranquilo.

-No podía hablar, ni gritar, ni…

+Lo sé, yo tampoco.

-¿Qué está pasando?

+…

-¿Lo sabes?

+…las acabo de ver.

-¡¡ ¿A quién? ¿a quiénes? ¡!

+… hay dudas a tu alrededor…

-¿Qué? ¿Dudas? Yo no puedo dudar, no estoy hecho para eso…

+Lo sé, esas dudas no son tuyas… son de alguien más…

El dudar es un mecanismo de defensa; salta a los ojos cuando no se puede creer en algo, y es entonces que se usa la razón; la razón a su vez trabaja con todos los pensamientos que se adquieren a lo largo de la vida, y todos los pensamientos construyen fórmulas y posibilidades de una posible solución.

Alguien ajeno a mí dudaba y esas dudas me rodeaban haciendo que mi cuerpo y pensamientos quedaran inmóviles. Cuando un ser duda y afecta a otro ser, a ese otro ser no le queda más que callar, permanecer quieto y sufrir lo menos posible: no hay defensa contra una duda.

-Permaneceré callado y quieto… la tercera característica la guardaré… qué más da…

jueves, 18 de noviembre de 2010

Alegría


Los pájaros cantan, los escucho muy bien: pero estoy entre “ellos”.

Por este mundo, y por el tuyo, lector, descubro día a día facetas que me sorprenden, pero que tienen relación con mi insignificante alma. Tal es el caso de tus voladores; aquellos que sucumben en cuerpo pero que extraen de sus corazones las alas que todos alguna vez tuvimos.

Los vi llegar y sonreí. Los vi trepar y sonreí. Los vi en lo alto y sonreí. Los vi prepararse para cruzar los cielos y sonreí. Tu mundo es más que magnifico, y no sólo él, sino cada célula que lo compone: cada célula es un individuo. Sé que hay demasiados cuervos que también vuelan; sé que hay carroñeros como buitres y otros seres que infectan las mentes de los demás, pero déjame hablarte de tu parte buena, de tus seres preciados, de lo que vi y me contagió el alma de felicidad.

Me encontraba abajo, como cualquier otro día, paseando por el verde prado, cuando se acercaron, ellos, tus voladores, tus otros voladores de fuertes cuerpos y de corazones titanes. Ya no tenía otra cosa que hacer, más que observar.

Serenos, muy serenos permanecían quietos en el suelo, realizando rituales a los ancestros del cielo. Lentamente vi crecer aquellas alas que no tenían en un principio, eran mágicas, eran hermosas, eran deslumbrantes; uno por uno fue emprendiendo aquel vuelo hacia la lejanía de la tierra. Es hermoso verlos lector, volaban con gran agilidad, desplazándose por todo el aire, estremeciendo las nubes a su paso, doblando sus cuerpos de tal manera que hacían figuras inimaginables allá arriba.

La complejidad fue creciendo al pasar el tiempo. Yo, como fiel espectador, no dejaba de sorprenderme; eran tan perfectos, que por un momento cerré los ojos… los cerré levemente… los cerré un instante… los cerré… para poder soñar…

Ahora tengo alas, y surco los aires, me han permitido volar junto a ellos. Siento el aire que pasa y recorre todo mi cuerpo, una sensación de libertad me invade. ¡Puedo volar! Sé que puedo volar. Lo hago ahora mismo. Esa libertad llena todos los poros de mi cuerpo, es raro, lo sé, pero mis brazos son guiñapos ahora; no necesito de un cuerpo si tengo alas, alas que me han otorgado por este instante. Me he convertido en uno más y a la vez en algo diferente, he de reconocer que no tenía esta habilidad antes y me da miedo seguirla teniendo.

Aquellos surcadores del cielo son maestros, son perfeccionistas de su propio espíritu y por ello es que son capaces de dominar ese territorio. Y para ser sinceros, mi espíritu no es algo que esté completo en estos momentos.

Aún así, me involucré entre los pájaros que cantan sin silbar; aún así, sentí el aire en mi rostro; aún así, volé entre maestros con sólo cerrar los ojos; aún así, ellos me permitieron soñar una vez más.

Lector, tu mundo es más que sorprendente; quisiera hacer tantas y tantas cosas con unas alas como las tuyas, pero no me es posible, las mías se dañaron. Es por eso que te escribo con el corazón: no permitas que ésta tu casa se destruya, constrúyela sin dañar más, piensa en los demás seres que también la habitan, todos en conjunto podrán vivir en una manera respetable.

Yo, por mi parte, seguiré soñando no sólo con los ojos cerrados; construiré ideas para que me lleven a tener unas alas igual a las tuyas. La pesadumbre y la negatividad a veces me invaden, pero por dentro tengo un corazón más fuerte que eso, y es él y ella, mi musa, los que me inspiran confianza y ganas de seguir. Prometo lector, que algún día volaré como tus otros voladores, los volveré a ver de cerca: serenos en la tierra, pero felices en el cielo.

Tu magia, mundo, mundo mío, me despierta las ganas de vivir; no permitas que sueñe cosas con maldad, más sin en cambio, lléname de entusiasmo, de felicidad, de aire que atraviesa estos humildes poros, sólo de esa manera podré sentir el máximo de mis instintos y sentimientos. Cúbreme pues de lo bello de la vida, de tu vida, de su vida… y así podre compartirte mi eterna… alegría.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Mañana

Hoy caminaré por el jardín de mi castillo, que sin ser jardín y mucho menos de mi castillo, es perfecto como para nombrarlo bosque. Pasearé entre los árboles enormes –cómo han crecido desde aquella vez-, escucharé a los pájaros cantar y a los lobos aullar. Hoy me perderé en esta inmensidad verde, presiento que mi cura está dentro de esto. Hoy silbaré sin miedo, melodías que en antaño escuché. Hoy me quitaré las alas inservibles y me pondré andrajos que tenía guardados: despojos de una niñez perdida. Hoy seguiré un solo camino que nadie ha recorrido, por lo menos no tengo conocimiento de eso.

Hoy… hoy platicaré con el viento que sopla y habla al oído sordo de la ironía. Hoy murmuraré con las hadas y pequeñas ninfas que deambulan los bosques cayados por la paz. Hoy tendré la fortuna de preguntarme si estoy vivo o sólo los pensamientos huérfanos vagan por el espacio. Hoy veré con más brillo los colores de la naturaleza; respiraré el aroma de las flores que se encuentran en el valle; y degustaré las delicias de los alimentos. Hoy por fin tendré la oportunidad de dirigir una mirada fugaz al Sol, aunque éste me queme los ojos. Hoy sentiré con más tacto a los insectos recorrer mi piel, con aquellas patitas tan pero tan diminutas que poseen, que me harán estremecer y sonreír de asombro.

Hoy me ha alcanzado la noche y con ella las Lunas: altas posan en el firmamento. Hoy seguiré sin sentir miedo de la oscuridad, pues veo perfectamente. Hoy seré parte de las bestias, aquellas que me siguen con la mirada: creo que les doy miedo, al igual que ellas a mí. Hoy… no sé por qué pero creo que acabo de decir una mentira. Hoy dormiré bajo este techo de hojas y troncos; el frío cala, el viento sigue hablando, las ramas murmuran, las bestias también lo hacemos. Hoy descansaré siendo parte de la hermosa naturaleza; ahora veo, ahora escucho, ahora siento; siempre he sido parte de la misma, me he apartado por situaciones ajenas a mí, pero es reconfortante volver a ella, volver a casa sin ser mi casa, de platicar con mi alma… alma enturbiada por malos vuelos. Hoy tengo las ganas infinitas de gritar en este lugar, oscuro, hermoso, con fieras, con hadas, con estrellas brillantes, con hojas muertas, con aromas… conmigo.

Hoy despierto en el mismo lugar que ayer, sigo más vivo que nunca. Hoy el amanecer es diferente, es fresco: tengo frío; es esplendoroso: tengo los ojos segados; es melodioso: aún escucho. Hoy pasaré mis últimos momentos por aquí, llenándome de verde a cada paso, a cada instante. Hoy seguiré teniendo la fortuna de ver, escuchar, saborear y sentir a la naturaleza. Hoy volveré a disfrutar a mis acompañantes de camino, pues hoy mismo regreso al castillo; los infortunios que la vida misma nos ponen, hacen que hoy quiera vivir con más ganas que nunca, pues hay viejos sabios que enuncian no hacer después algo que se puede terminar hoy.

Mañana… mañana no sé si exista.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Ser


¿Quién soy, desnudo, ante ella? No soy más que cuerpo hecho de piel, esqueleto y unas alas reconstruidas por sueños enormes. Un simple mortal a sus deseos, alguien que desconocía en esencia pero que en imaginación estaba completo: hecho de pasión, de ideas, de imaginación.

¿Quién soy, desnudo, ante ella? Soy el esclavo de sus pensamientos; alado convertido en hombre que no busca más que el placer de su musa. Soy eterno servidor de sus emociones llevadas hasta la cúspide de la integración en sus ideologías.

¿Quién soy, desnudo, ante ella? Insignificante personaje dentro de sus culpas; no hago más que buscar una posible felicidad dentro de todo el enmarañado entorno en el que volamos. Incansable mozo de sus inquietudes: diseñador de un paisaje diferente, elocuente, enloquecido y turbio por los pensamientos.

¿Quién soy, desnudo, completamente desnudo ante ella?

Ahora somos dos… dos seres desnudos uno junto al otro recostados en la quietud del universo, rodeados de un ambiente pasional. No hay barreras más que las descritas por el aire y ese sofoco que nos incita a seguir.

Siempre delicada, es como tocar seda fina, muy fina. Suave cuando roso mis dedos contra su piel, comienzo en la silueta de su cintura; despacio, tercamente despacio mientras miro sus ojos tan llenos de vida. La inquietud de mi espíritu me trae la idea de seguir por un camino de emociones; recorriendo siempre tenue su piel, subo mis caricias buscando algo más. Aprieto con lentitud y sin causar dolor… las emociones que llevan mis manos inscritas en sus propias palmas, hacen estremecer su cuerpo, arqueando su columna: presiento que es síntoma de placer.

No puedo dejar de verla ni de sentirla, la sensatez la he guardado para peores momentos. Sus labios me invitan a saborearla, a deleitarme con su excelsitud. Ahora mi respiración es más rápida, entre cortada, y mis deseos cumplen como dueños de mis impulsos. Ella, al igual que yo, transpira por sus poros el enloquecido romance de la pasión; la percibo inquieta, desesperada, controlo sus impulsos con mis manos aún palpitantes por sentir su piel.

Mis labios comienzan su propio destino. Tocan su cuello deleitándose con su sabor. Recorren sus mejillas tratando de sentir el calor que hasta el momento ha estado guardado, mientras que mi cuerpo ahora posa sobre ella. Una de mis manos juega a encontrar placer en uno de sus muslos, acariciándolo delicadamente mientras la otra prueba fortuna cerca de su corazón: palpitante, así lo siente, así lo palpa, así se estremece cada vez que exhala la propia alma por su boca, sin olvidar que mis labios ahora son cómplices de su emoción pues hacen lo propio con los de ella.

Beso eterno y feroz que no deja escapar el más mínimo aliento; nos hemos convertido en fieras tratando de ganar una batalla que no tiene malicia. Cómo explicar que mi corazón late más rápido que en cualquier otro momento, mientras que mi boca impaciente comienza a sentir su propia piel. Dejo a un lado sus deliciosos labios para recorrer de nuevo su cuello, pero mi objetivo es emigrar hacia tantos lugares me sean posibles. Escucho latir su propio corazón, como si quisiera escapar, como si quisiera decirme algo; me acerco sigilosamente, despacio, una vez más despacio… mientras esculpo con mis labios aquellos sabores de sus senos: ahora comprendo que su latir me orillaba a encontrar aquello que imaginé.

Para este entonces he perdido la razón, la sabiduría y todo aquello que tiene que ver con un mundo terrenal, ya no soy más yo, me he despojado de mi serenidad para dar paso a un ser completamente distinto, esclavo de mi doncella.

Mis labios recorren su vientre cálido, ligeramente cálido por el sin número de exaltaciones y estremecimientos que realiza su cuerpo. Ni mis manos, ni mis labios dejan un segundo de rosar su cuerpo; estos últimos, se aventuran en el camino peligroso o placentero: paso cariñosamente por su ombligo, luego prosigo más abajo, despacio, abajo, más abajo, muy, muy despacio… un gemido se expande en el aire, no ha sido mío, sino el de su alma.

Mis incesables labios han encontrado mejores condiciones de emoción, pero ellos no pueden solos contra el mismo universo, por lo que ahora mi lengua, aquella domadora de la filosofía y de los sabores de la vida, contribuye con la excitación corporal. Como si se tratase de una pluma de ave, sencilla y cautelosamente rosa esa parte que la estremece, que la hace gritar, que la hace delirar y pronunciar una y otra vez la palabra “sigue”.

No encuentro mayor placer que ese después de un largo tiempo manipulando esa zona con mis labios y lengua; no encuentro ideas exactas para describir la perfecta emoción que se percibe al sentir ese cálido destello de gozo en cada poro de su cuerpo; no encuentro sabores en este mundo para relatar el que yo sentí.

Yo, alado convertido en hombre, desconozco ahora mi nombre y el quién en verdad soy, sólo puede inferir que me he convertido en esclavo de mi propio destino y del cual maneja un ser completamente superior a mí: mi musa.