viernes, 9 de julio de 2010

+¿Quieres hablar de lo sucedido?

-No. ¿Para qué recordar los momentos malos?

+Todo resulto bien después de la catástrofe ¿no?

-Tuve miedo, demasiado miedo a lo que pudiese haber pasado.

+Pero lo manejaste correctamente, fue lo importante.

-¿Dónde estuviste cuando más te necesité?

+…

-Él me dijo que estabas bien, pensé que te había hecho daño.

+No lo hizo. En ciertos momentos necesito pensar, tal como lo haces tú.

-¿Pero dónde estabas? ¿Cuál es tu escondite?

+No mi querido Ícaro, yo no tengo escondites, no me ocultaba, sólo callaba dentro de tus pensamientos; me apartaba de ti por un tiempo, tiempo necesario para que maniobraras solo dentro de este castillo.

-Afortunadamente no me dejé dominar por él, tropecé fuertemente y casi caigo. Hubo daños que me hicieron estremecer; el castillo casi colapsa e hice sufrir a mi mayor tesoro, poco me importaría si el castillo se derrumba, pero mi tesoro, mi preciada vida convertida en musa, ella no: ella me importa más que cualquier otra cosa en este mundo en el que habito, todo daría por ella.

+Lo sé. Nunca hemos visto a semejante doncella tan fuerte y comprensiva ¿no es cierto?

-Es más que cierto. No habrá nadie como ella.

+Tu corazón guarda alegría, lo puedo sentir.

-Es amor lo que conserva fielmente; es pasión y emoción ante la presencia de semejante ninfa.

+Sabes cómo expresarlo ¿no es cierto?

-Con palabras, mis humildes palabras que conmocionan mi poco y nulo vocabulario.

+Entonces cuéntame en pensamientos, quiero escuchar al viento hablar por ti; el día es perfecto, no se puede ver el Sol, pero las nubes color gris y este aroma a tierra mojada es señal de momentos de inspiración. Callaré para sentir la briza, sólo así podré escuchar el grito de tu corazón…

No hay comentarios:

Publicar un comentario