sábado, 12 de junio de 2010

La últim batalla: -El fin de un titán-

Primera parte

Amaneció como cualquier otro día en mi pequeño mundo: el Sol comenzaba a dar toques de su luz, un cielo con algunas nubes dispersas, pero más que nubes, eran hilos de algodón blanco en el firmamento, una brisa tenue acariciaba mi rostro, todo parecía tan quieto: todo parecía normal.

Dentro de mi castillo, me preparaba para el futuro: una guerra más. He enfrentado 23 anteriores, ésta mi última, daría marco para dar el siguiente paso hacia mi sueño: el universo. Consciente del peligro que me esperaba, tome mis herramientas: sí, un palo y una piedra, armas que se me otorgaron para este enfrentamiento, quién iba a decirlo, sutiles y humildes armas me producirían temor de lo que sucedería. Además de estos mis utensilios de batalla, tome un pequeño saco, cargado de lo indispensable: un pequeño objeto que contenía el líquido que da la vida, y todos mis sueños guardados en una cajita tan frágil como el papel. No había más, la vigésimo cuarta guerra me esperaba.

Traté de disfrutar el trayecto hacia el sitio del combate, pero bien sabemos que cuando la muerte está detrás de ti, nada te aparta de esa angustiante sensación del fin de tu vida; así es que me enfoqué en mis temores que se hacían cada vez más grandes mientras el tiempo pasaba, contuve esa valentía que me caracterizó en los demás enfrentamientos, trataba de ver el desastre que me asechaba de una manera catastrófica mientras mis alas temerosas me pedían el regreso al castillo. Nunca he dejado de enfrentar una guerra, y nunca dejaré de hacerlo.

Sí, ahí estaba, en el viento, en el cielo, en la arena del desierto: sí, comenzaba a sonar mi réquiem, melodía que daba paso al comienzo de mi agonía y posterior muerte. Sí, la escuchaba mientras aún me dirigía al lugar del enfrentamiento, sí, era el sonido de mi funeral el que se dejaba escuchar.

Que rápido pasa el tiempo cuando uno quiere que vaya más lento ¿no?. Pues así sucedió: me encontraba en el lugar correcto, en medio del desierto, solo, completamente solo con mis armas, mi saco y el orgullo que aún me quedaba. Como describir lo que sucedió después de eso.

Lector ¿has sentido el silencio perpetuo y después el caos del miedo?. Los tambores de guerra callaron mi réquiem; se escuchaban lejos, muy lejos del sitio en donde yo me encontraba, entonces supe que el enemigo se aproximaba a mi encuentro.

¿Qué hacer? Me senté sobre la arena a esperar, las dunas se levantaban por todas partes, algunas pequeñas, otras de mayor tamaño, un típico desierto por la mañana… mañana que era tan fresca, tan sutil, un hermoso día… día de mi muerte, de una batalla encarnecida, de derrame de sangre.

Los tambores y los cantos emanados por el enemigo eran más fuertes conforme avanzaba el tiempo, no había duda, la guerra comenzaría en cualquier momento. Detrás de una duna enorme, frente a mí, sería el lugar por el que aparecería el enemigo: enemigo que sería el último. La primera columna de… ¿soldados?... la verdad no sé qué eran, figuras extrañas armados con escudos y espadas en el peor de los casos, mientras que otros se revestías con armaduras brillosas, objetos filosos les servirían como herramienta para destrozarme; como dije, la primera fila de diez seres se asomó en el margen de la duna, seguido por la segunda fila, la tercera, cuarta… séptima… décima… decimo segunda: pequeño el contingente de seres extraños eran los que se me presentaban como enemigo, cualquiera pudiese decir que ciento veinte son pocos seres para una guerra, lo que no se sabía era que el enemigo de ellos era uno: yo.

Lector, para qué mentirte; estaba lleno de miedo, aunque el miedo es poco para describir mi sensación; estaba completamente aterrado ante la presencia de aquellos seres animados de una furia estremecedora, que en ningún momento callaban sus melodías guturales y sus tambores; la muerte –como sabía desde lunas antes- sería el fin de mi existencia, ellos, serían merecedores de la gloria mientras que yo… moriría lentamente en sus manos.

Todo pasaba frente a mí, pero en lo único que pensaba en ese entonces era en dos cosas, una más gratificante que la otra: mi inspiración –mí musa- y la muerte –mi destino-.

Como aquellos que saben que sus días están contados, así me comporté, un minuto después de aquella escalofriante sensación de pánico, pensé:

-Sé que en este tiempo y en este lugar moriré, mi sangre será esparcida por donde quiera mientras que ellos cantaran melodías de victoria; mi maltrecho cuerpo y mi aniquilado razonamiento saben que el miedo y el terror me consumen en estos momentos, mi destino está marcado por la horripilante manipulación de mi próximo futuro… -sonreí con la mirada clavada en la arena-… pero sé que un titán no puede ser vencido tan fácilmente; los titanes luchan hasta el último segundo en aquellas batallas por la gloria o la derrota, y yo, un titán sin trono, no seré vencido sin antes haber peleado. ¡No! titanes como yo deben resistir hasta que la última gota de sangre abandone mi cuerpo, mereceré una gloria sin victoria, ¡lucharé hasta desfallecer!, ¡moriré con la cara en alto y sin dejar de pensar en mi ilusión!

Sembré con gran fuerza el palo en la arena, levanté la cara hacia mi enemigo frente a mí, a una centena de metros, tomé con mi mano derecha la piedra que me acompañaba y con la izquierda me aferraba fuertemente a aquel sable de madera que me serviría de arma. Todo estaba escrito, mi destino me había alcanzado. Me levanté lentamente de donde me encontraba, y pronuncié al viento:

-Aquí estoy, un pequeño titán frente a un muro de arena en donde reposa el enemigo, quienes aclaman mi derrota. Aquí yacerá mi cuerpo. Si me impuse esta última guerra, y me dieron como armas un palo y un piedra y como enemigo a ciento veinte seres que esperan mis entrañas, pues que así sea –sonreía con lágrimas en mis ojos- El enemigo no vendrá hacia mí, podrá esperarme todo el tiempo que sea, pero los titanes, buscan acabar de prisa con las batallas, y yo, un diminuto titán, no esperaré a que mi enemigo me vea deshidratado por el intenso Sol: no me verá muerto sin antes haber peleado.

Pasos lento me encaminaban en línea recta hacia ellos, mis múltiples y desconocidos adversarios:

-¡Que los demás titanes sepan de mi fallida hazaña!, ¡que comenten que fui un fracaso de gladiador!, ¡que se esparza mi historia por este mundo!, ¡que se diga con gran valentía que fui enviado a la guerra con un palo y una piedra como medios de defensa!... Que los titanes sepan: ¡fui un titán entre titanes!

Una voz ronca y con llanto salió de mi interior, gritando ¡GLORIA!... ¡LIBERTAD!... libertad para todos aquellos a quienes nos mandan a la guerra con un mísero palo y una piedra…

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