viernes, 16 de octubre de 2009

(segunda parte)...

Faltaban unos cuentos metros para el cuarto punto cuando mis alas fallaron, caí en picada sin poder hacer nada; es difícil levantarse de un vuelo hasta ese entonces perfecto, no hay más que soportar el dolor del suelo, respirar un poco y revisar los daños: daños… una de las alas había sido afectada… supuraba cera en pequeñas cantidades… no había mucho que hacer… dolía hasta el alma, pero más dolía la no contemplación que tenía para esas situaciones, ni siquiera las premedite; fui un ingenuo al pensar que no podían pasar. Un respiro tomé; el cielo contemple; fuerza pedí para levantarme; lágrimas de dolor y de confusión derramé: y después de todo me incorporé gracias a la divinidad de seres nobles en el cielo: gracias a ti me levanté.

El ala dolía, no había duda, pero me encontraba más allá de la mitad del recorrido, no podía regresar, sería estúpido y cobarde; seguí el vuelo con más cuidado, con más calma, con más quietud y con grandes anhelos de ver aquellas montañas. Sólo vi pasar el cuarto y quinto check poin, ya no tenía tanta importancia tomar el tiempo en que los había acometido. La meta se observó desde este último, a lo lejos, inmensas, negras, quizá bañadas de un tinte morado metálico proveniente de no sé donde, era magnífico: casi una hora y 10 minutos solo, completamente solo había llegado hasta ellas: ingenuidad, te había derrotado en más de una hora, ahora sólo me queda humillarte.

Contemplé desde una pequeña cumbre aquella inmensidad, aquel objetivo, aquella línea que había roto en ese tiempo, a ciencia cierta no sabía si llorar de la emoción o de la angustia que me daba el ala rota, era desconcertante saber que me encontraba a mitad de camino con ella maltrecha: el regreso me esperaba.

(Tiempo sólo mío y perdido contemplando el objetivo… no hay por qué dar reseñas de eso)

El retorno al castillo azul fue menos intenso, ya no había que arriesgar el ala destrozada, el cansancio que le había provocado era parte ahora de un dolor que sentía, que mermaba cada aleteo, ni las brisas a favor la contenían, era una consecuencia de la experiencia. Curiosamente tardé menos en regresar que en ir, no sé por qué sucedió así.

Ahora que reflexiono y que está sanando dicha ala, me pongo a pensar ¿en verdad valió la pena ese vuelo? Hubo tragedias que pudieron suceder más graves de las que tuve, ¿en verdad lograste algo con ese riesgo?... La respuesta a esas preguntas es sí. Los muros cuestan trabajo derribarlos en cualquier tiempo y espacio, el que yo derribe fue producto de la furia, del comprobar que tanto podía hacer, de demostrarme sólo y exclusivamente a mi que no puedo tener ya más barreras tan pequeñas como esa, de enfrentar un futuro que vendrá más duro que el que estoy viviendo: sólo puedo responder con otra pregunta: ¿qué pasará el día en que en verdad tenga que volar alto y no sepa hacerlo?

Es tan sencillo como eso, sé que estoy limitado por mis alas, pero hay que prepararlas para el día menos esperado, para el día en que tenga que dejar el castillo azul, para aquel día en que ya no pueda estar en él, y ante eso, no hay más que seguir practicando…

Un extenso vuelo, una caída dolorosa, lágrimas de felicidad y esfuerzo bien invertido fue lo que me llevé de esa experiencia; ahora… no hay más que seguir volando…

1 comentario:

  1. elevaste el vuelo sin importar las consecuencias que esto podria haberte traido, derribaste una barrera muy grande, espero y te haya gustado haberlo hecho, estuvo facinante tu texto... besos
    Monse

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