viernes, 16 de octubre de 2009

Destino: comienza a verse…

¿Cómo empezar? La mayoría diría que por el principio… pero ¿dónde está el principio de un embrollo tremendo que mi cabeza genera? No hay principio para un sin número de acontecimientos que me han suscitado en este último tiempo. Quisiera platicar de muchas cosas, pero son tantas que temería perder el hilo del objetivo principal: y es que ese es el problema ¿cuál es el objetivo de esto? no lo sé.

Me supongo que comenzaré por relatar que he roto una barrera, una línea, un muro; he atravesado las nubes sin enfocarme en las consecuencias, simple y sencillamente lo hice y no hubo marcha atrás.

Todo sucedió en lunas pasadas y antes de ellas ya había comenzado, primero por la planeación, después con las ansias, para finalizar con la ejecución. Llegó ese día, era perfecto, había amanecido con brios de grandeza, el mundo sería consumido ese amanecer por un vuelo: el más extenso de todos mis días, días desde que había tenido alas de cera. Me preparé, una y otra vez había recorrido en mi escasa memoria la ruta a seguir; las brisas que tenía que sortear y aquellas que tenía que aprovechar; pensaba constantemente en aquellos 6 putos durante mi trayecto: puntos que eran especie de check poins donde me tenía que dar tiempo para registrar los daños que hubiesen sucedido: no había más, todo estaba más que listo.

Con gallardía y con temor extendí las alas, parecían tan fuertes, tanto como en aquellos días… y emprendí el vuelo; he de confesar que me sorprendí de la firmeza de tal, pues en cualquier otra circunstancia pensaría que no llegaría ni siquiera al primer check poin; era grandioso como sobrevolaba los campos verdes. No era necesario llegar a grandes alturas, simple y sencillamente con un vuelo ligero me mantendría en la línea de la esperanza, y así sucedió.

En un aproximado de 20 minutos –según los mortales- había llegado al primer punto, y los daños eran nulos, no tuve que reparar o reforzar las alas como lo tenía contemplado, seguían firmes y “fuertes”; proseguí el vuelo sin contratiempos, los siguientes 10 minutos fueron destinados al segundo check poin, era tanta mi sorpresa en mis alas que no tenía tiempo de descansar pues me sentía tan jubiloso que tomar dicho descanso era un posible aquietamiento de ellas y no querría averiguar que pasaría si se adormecieran en dicha paz, así es que seguí.

Las brisas eran fuertes, algunas me daban temor, una caída a tal distancia recorrida fuera del castillo azul, sería una tragedia; tragedia que ni siquiera yo había premeditado: torpe Ícaro, necesitas visualizar todas las posibilidades buenas y malas. Habían pasado un aproximado de 49 minutos rumbo a mi destino, “las montañas seducidas por la oscuridad”, el tercer check poin quedó a mis espaldas sin contemplación en pensar en él, pero de pronto… la vista se nublo, perdí el completo control: tragedia, infortunio de la poca capacidad de planeación.

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