domingo, 15 de noviembre de 2009

Musa hermosa!

Escucho a alguien allá afuera, incluso he visto a ese ser. Suele volar con suspicacia, con galantería: vuelos finos y hermosos son los que demuestra su vida. Me he maravillado con lo que veo, pensé que no existiría alguien como: ella.

Es cierto que no la conozco del todo, pero con lo que percibo y veo es más que suficiente; no hay mucho que buscar pues es alguien que sabe el manejo de la vida. Es delicada, su mirada angelical, sus labios dulces aunque no los he probado y no hace falta hacerlo para saberlo. La veo de vez en cuando allá, fuera de mi castillo, es tan libre, tan sorprendente que me agrada poder admirarla mientras puedo.

Es maravilloso encontrar a este tipo de personas, nunca hubiese pensado que alguien como ella llegaría a mi destino: corto destino inundado por agravios contra mi ser, pero ella es como aquel rayo de Luna que atraviesa el balcón cuando duermo, deslumbra mis ojos y me invita a soñar despierto, así es ella, así son sus vuelos, así es la musa hermosa que me alienta a escribir estas palabras.

Por otro lado, he de confesar que tengo miedo; su magia es tan deslumbrante para mí que he caído en su admiración, es por eso que pienso, que razono, que visualizo el posible futuro y me temo que ya me ha alcanzado. No tengo miedo de ella, que quede claro, tengo miedo de mí, tengo miedo por lo que pueda hacer, tengo miedo por lo que pueda pensar, miedo a lo que pueda decir o deje de decir, miedo a mi mismo porque sé que cometeré errores, errores que justamente estoy haciendo; es por eso que me pregunto, ¿qué es mejor, callar o hablar? Si tan sólo una pista que ella me dé, sería alivio para mi existencia compleja en la que ahora vivo.

Aún no puedo responder esa pregunta, pero hay indicios de que tarde o temprano terminaré silbando al viento y ella lo escuchará, y es que no quiero que la melodía que emanarán mis labios sean motivo por el cual se aleje: suele pasar, suele suceder que no sea agrado de todos. Es por esa razón que me contengo cada vez que vive el Sol, cada vez que veo morir a las lunas, cada vez que la veo, me contengo de mí ser, de mi esclavo interno, aunque he pensado que el esclavo soy yo.

De cualquier modo, no pretenderé arruinar sus vuelos, dejaré que mis ojos se deleiten con su hermosura, con su dulzura y con los segundos en que puedo escucharla; sí, las horas son segundos cuando sueles admirar a alguien, cuando te dan más de lo que puedes ofrecer; sí, seguiré callando pues aquellas melodías que de mi interior salgan serían letales para sus oídos; sí, seguiré soñando como lo he hecho hasta este momento; sí… quizá sí…

Me pregunto si ella será con quién pueda bailar tango mientras la Luna nos ilumina.

Musa hermosa, a quién en tan corto tiempo he conocido: mira lo que has hecho con este pobre sognatore, ora vive per voi…

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