martes, 23 de agosto de 2011

En espera

Abrir los ojos es lo mismo que tenerlos cerrados; me ciega el olvido y la tristeza, me ciega el don del reposo, me ciega la incertidumbre de un futuro latente, me ciega la desesperación de lo perdido.

Abrir los ojos es lo mismo que volar sin alas, aquellas que algún día tuve y que hoy se han consumido. ¿En qué momento las perdí desdichadas mías? Si supiera el alba que me hacen tanta falta, tanto como la rocío a las plantas, como el oxígeno a los vivos, como el color a la naturaleza, como el sueño al inmortal; si supiera la vida misma que hoy de nuevo he caído en la oscuridad, me daría la oportunidad de tenerlas una vez más.

Abrir los ojos no es más que despertar en una realidad que se extiende en el sueño; sueño lleno de contradicciones: alegrías y amarguras, pasión y frialdad, carcajadas y llanto. Muchas veces he querido despertar, pero cuando lo hago me doy cuenta que nunca dormí, nunca pude apaciguar aquello de lo que no quiero sentir.

Y es por eso que sigo con los ojos abiertos… o cerrados, luchando contra lo que no veo, sintiendo la catástrofe siglos después; es por eso que espero la sabiduría convertida en entendimiento para poder comprender lo que pasó, pasa y pasará, porque dudo que en estas mis condiciones, pueda aceptar algo que es inevitable. Sigo esperando… como lo he hecho, como lo seguiré haciendo, hasta que la pluma del cuervo toque mi esqueleto y surja de ello el relámpago que anunciará el final de mi espera, ésa que aún no espero, que no contemplo y que cierta vez pensé.

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