lunes, 31 de enero de 2011

Alguna vez alguien me preguntó…

“¿Cuál es tu misión en la vida?”

Y respondí:

“Sembrar una semilla en el desierto y saber que crecerá hasta convertirse en un árbol. En primera instancia, tendré que no pecar de ignorancia en el oficio de un botánico, de un jardinero, de aquel que sepa de suelos y de condiciones ambientales así como meteorológicas. Me prepararé con todo lo que hay que saber. Una vez en mis manos dicho conocimiento, me aventuraré en el desierto, cavaré un hoyo y depositaré la semilla; la cuidaré y le daré condiciones favorables para su crecimiento.

Sabré que estoy realizando un buen trabajo el día en que perciba con todos mis sentidos que esa semilla ha nacido, como una planta en el principio, y el tiempo se encargará de transformarla en un árbol, fuerte y grande. El mismo tiempo quizá no me dé la oportunidad de verlo como tal: un árbol tarda muchos años en formarse y mi vida no tendrá tantos como para estar ahí.

Escúchame –mencioné- si cada ser se aventurara a sembrar una semilla en el desierto, este mundo no sería lo que hoy es y entonces nada quedaría rezagado en la transformación de la propia imaginación: cada propósito y cada sueño se vería desarrollado, quizá no lograrían la culminación, pero si por lo menos el intento se pudo haber hecho y la gratificación personal de haber hecho algo en esta vida como para ser recordado: nunca olvidado."

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