viernes, 20 de mayo de 2011

El viaje (primera parte)

/¿En verdad lo harás anciano?

+Deberías acompañarme.

/¡ja!

+¿No te da gusto? Él se encuentra lejos de aquí… vivo.

/No por mucho tiempo. Si sobrevivió a la caída, bien por él, pero no creo que haya sobrevivido al olvido.

+Es más fuerte de lo que piensas.

/…

+Bien. Me marcho. No sé cuánto tiempo tardemos en regresar, así es que no te acostumbres al castillo: regresaremos.

/…

__

Parto con la esperanza en un saco que llevo sobre la espalda. Mi bastón firme apoya mi cansado cuerpo, pero el optimismo es más fuerte que antes. Él está en algún lugar y debo encontrarlo; lo único que sé, es que se encuentra en un lugar con “árboles sin hojas”, no sé más detalles al respecto.

Mi intuición susurra que se encuentra allá, donde nada vive, donde todo calla, donde todo es frío y el frío quema todo lo vivo. Ha pasado mucho tiempo y si es que se encuentra ahí, no sé qué buscaré. Calcinado e inerte yacerá su cuerpo bajo los troncos quemados y nada podré hacer.

Pero no puedo pensar en desgracias, el viento ha traído buenas nuevas y si estuviese él ahí, sería más claro. Debo desechar el Valle de la Muerte. Pero ¿dónde podré encontrarte amigo mío?

Árboles sin hojas”… Tengo que comenzar por algún lugar, pero no sé dónde. Me aventuraré pues al mundo en busca de mi amigo perdido. No puede ser un prado, pues ahí no hay árboles; no puede ser una montaña, pues ahí no hay árboles; afortunadamente no puede ser en el mar ni en el río, ahí no hay árboles; mucho menos en el desierto. Tiene que ser en bosque o selva, quizá en un monte. Qué difícil será esto Ícaro.

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